El presidente Vladímir Putin autorizó el traspaso de Transnefteprodukt (TNP), empresa propietaria de una red de tuberías de 19.300 Km. que se usan para el transporte de los derivados del petróleo, a otra entidad pública, Transneft, la cual controla el 93% del transporte del crudo a través de oleoductos que se extienden a 48.700 Km.
La fusión entre ambas entidades, en opinión de observadores locales, significa dos cosas: Transneft tendrá acceso a recursos adicionales para lanzar nuevos proyectos de envergadura, pero en Rusia jamás habrá oleoductos privados.
"Es un reflejo de viejas ambiciones imperiales que albergan ciertas fuerzas del Kremlin", afirmó Mijaíl Krutigin, analista de RusEnergy. "A día de hoy, Transneft es una de las mejores empresas en términos de transparencia y contabilidad pero a raíz de la fusión será una estructura más pesada y menos ágil. Ya le cuesta trabajo manejar tres proyectos importantes a la vez: Burgas-Alexandroupoli, Siberia Oriental-Pacífico y BTS-2, o sea, segundo sistema de tuberías en el Báltico", precisó él.
Los expertos del mercado de valores acogieron la noticia de fusión con mayor optimismo. "Por un lado, TNP supone para Transneft un nuevo quebradero de cabeza, pero por otro, es la oportunidad de obtener recursos extra", señaló Maxim Shein, analista de Brokercreditservice. "TNP podrá generar la liquidez que, a futuro, será usada por Transneft", dijo Konstantín Cherepánov, de Rye, Man & Gor Securities.
"Consolidar en una sola entidad el transporte del crudo y de los derivados del petróleo es una decisión tardía pero más vale tarde que nunca", comentó Natalia Milchakova, de la consultoría financiera Otkritiye. "Después de la fusión, el monopolio del Estado en esta materia se va a reforzar y la construcción de oleoductos privados dejará de figurar siquiera en la agenda. Las tuberías privadas podrán crearse únicamente en calidad de ramales, conectados a los oleoductos principales que estarán bajo el control del Estado", agregó ella.
