El magnate prófugo Borís Berezovski intentará a través de un tribunal británico que los promotores de la "revolución naranja" en Ucrania le rindan cuentas por el dinero que él invirtió en "el desarrollo de las instituciones democráticas" en este país.
En caso de que la demanda sea satisfecha, el mandatario ucraniano Víctor Yúschenko deberá admitir dos hechos: primero, que la "revolución naranja" fue no sólo una obra impulsada por la energía de las masas populares sino también una empresa con ingentes gastos derivados; y, segundo, que algunas personas de su entorno han tenido pocos escrúpulos en plano financiero.
Berezovski puso el pleito contra dos militantes de la coalición presidencialista Nuestra Ucrania/Autodefensa Popular, David Zhvania y Aleksandr Tretiakov. El empresario ruso residente en Londres sospecha que los personajes citados - ambos, candidatos al Parlamento que surja de las elecciones del 30 de septiembre - cometieron el delito banal de apropiación de fondos.
Fue en abril de 2005 cuando se desencadenó por primera vez un escándalo en torno al dinero de Berezovski. En aquella fecha, el magnate declaró haber actuado como patrocinador financiero de la "revolución naranja". Zhvania encabezaba entonces el Ministerio para Situaciones de Emergencia, mientras que Tretiakov se desempeñaba como asesor jefe de Yúschenko. Berezovski les exigió a los dos unas cuentas claras, y el escándalo ya estaba a punto de provocar una crisis política, pero Yúschenko juró que no había recibido dinero alguno de patrocinadores financieros. Con todo, tanto Zhvania como Tretiakov se vieron obligados a dimitir.
Berezovski se hizo recordar en Ucrania pocos meses después, durante las elecciones parlamentarias de 2006. La demanda presentada por él a un tribunal británico exigía a Zhvania, Tretiakov y a dos empresas, Elgrade y Goldstar Agency, las facturas por el uso de recursos equivalentes a US$22,85 millones.
Y ahora dice haberles entregado US$45 MM aproximadamente.
Observadores ucranianos dudan de que Zhvania y Tretiakov se hayan apropiado de los fondos de Berezovski y dan a entender que este último procura reavivar el escándalo para vengarse de Yúschenko y la gente de su equipo, porque no le dejaron hacer negocios en Ucrania.
El propio Berezovski debe de entender perfectamente que su dinero fue gastado en el mantenimiento del campamento naranja en el centro de Kiev, durante los meses fríos de noviembre y diciembre de 2004. Según las estimaciones, cada día de la "revolución naranja" debe haber costado un millón de dólares como mínimo. Y es poco probable que los organizadores de protestas callejeras se hayan preocupado mucho por mantener en orden sus facturas.
