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Rusia y Ucrania prolongarán su tratado de amistad a pesar del enfriamiento. Kommersant

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El diario moscovita Kommersant da por segura la prolongación del Tratado de amistad, cooperación y asociación entre Rusia y Ucrania, a pesar de las numerosas reclamaciones recíprocas que existen a día de hoy entre Moscú y Kíev.

 

El próximo 1 de octubre es la fecha  tope para iniciar los trámites de la rescisión de este acuerdo, firmado en 2007, pero el periódico asegura que ambas partes se decantaron a favor de una prórroga automática por otros diez años.

Que Rusia y Ucrania se abstendrían de romper el Gran Tratado pese a los mutuos reproches era predecible: el documento resulta beneficioso para ambas naciones. En el caso de Ucrania, el enorme valor de este acuerdo consiste en que ofrece garantías jurídicas de que Rusia reconoce su integridad territorial en el marco de las actuales fronteras. Y el hecho de por sí es suficiente para convencer tanto a los paladines del concepto de autonomía política como a las grandes corporaciones que hace tiempo aprendieron a usar la soberanía en calidad de herramienta para promover sus propios intereses.

Ucrania es diferente a las naciones del Báltico. En su acercamiento a Occidente, nunca se ha planteado la posibilidad de una ruptura total de los vínculos con Rusia, entre otras cosas, porque no puede ganar con tal antagonismo a menos que se le marque un camino claro para el ingreso en la Unión Europea y en la OTAN. Por el contrario, Ucrania ha procurado agradar a Berlín y a Bruselas justamente con la perspectiva de una cooperación con Rusia, tratando de preservar en el Este cuanto no estorba a la prioritaria integración en las estructuras euro-atlánticas.

La decisión de no tambalear el barco también es óptima para Rusia. Su negativa oficial de reconocer la pertenencia de Crimea a Ucrania, con el conflicto ruso-georgiano todavía muy fresco en la memoria, equivaldría a un nuevo deterioro de las relaciones con Occidente, con la única diferencia de que Kíev no tendría necesidad de convencer a nadie sobre su carácter pacífico frente a la agresividad del vecino. Y aunque falta concordia entre los europeos, nadie sabe cuál sería su respuesta.

La permanencia de la Flota rusa del Mar Negro en la base naval de Sebastópol también se enfocaría en términos distintos. Legalmente, no existe una relación entre ambos temas pero en su momento Rusia canjeó por el Gran Tratado los acuerdos de la Flota, que tanto necesitaba. El abandono del tratado  podría interpretarse como un cambio radical de las circunstancias y dar pie a la revisión de todos los fundamentos jurídicos que permiten a la Flota rusa permanecer en Crimea. Con las consecuencias más graves que ello entraña.

Aprovechar el tratado como instrumento para impedir el ingreso de Ucrania en la OTAN tampoco tiene mucha actualidad ahora: Moscú no necesita hacerlo, habida cuenta de que los propios políticos ucranianos, desunidos como están, han hecho lo posible por que la firma del Plan de Acción Individual para el Ingreso de Ucrania en la Alianza se aplace como mínimo hasta las elecciones presidenciales.

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