Remedios para la epidemia económica griega

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Grecia, el enfermo más grave de la zona euro, se acerca inexorablemente hasta su inevitable final.

Grecia, el enfermo más grave de la zona euro, se acerca inexorablemente hasta su inevitable final.

La mayor parte de la banca y los economistas internacionales coinciden en que el país helénico ya no va a poder evitar la bancarrota, sea total o parcial. Una cosa está clara: Atenas ya no podrá pagar sus deudas. 

Y como suele ocurrir en estos casos, la crisis financiera ha terminado en desembocar en una política. La gente está en la calle protestando sin solución de continuidad desde los últimos días de mayo. La revuelta contra su líder, Georgios Papandreu, en el seno del partido PASOK, el viernes conmocionó al gabinete de ministros, mientras que todavía ronda la posibilidad de que el parlamento someta al presidente a una moción de confianza. La Unión Europea todavía está debatiendo si conceder o no un nuevo paquete de ayuda similar al concedido hace un año, es decir, de 110.000 millones de euros.

Mientras tanto, Grecia se encuentra ante la posibilidad de sumirse en la catástrofe financiera o de recibir una ayuda masiva que la saque del atolladero. Esta última opción es poco probable, ya que nadie espera una recuperación rápida.

Un salvavidas a plazos

Ni todos los dioses olímpicos, ni los grandes héroes clásicos serían capaces de repeler la amenaza que se cierne sobre el pobre pueblo griego. Ahora ya no importa demasiado que caiga o no el gobierno de Papandreu, cuya mayoría en el Parlamento se ha reducido a sólo cinco escaños. Nada cambiará, o casi nada, si se van los socialistas y son sustituidos por los conservadores. Los nuevos inquilinos en el poder se encontrarán con la misma coyuntura y deberán seguir aplicando las mismas duras medidas económicas: reducir el déficit presupuestario y recortar los salarios.

No hay nada más, no se puede hacer nada más. Para el 2015, los griegos deben haber reducido sus gastos presupuestarios en 28.000 millones de euros, según las directrices marcadas por la UE y el Fondo Monetario Internacional. A día de hoy, la deuda externa de Grecia es de 330.000 millones de euros. 

Se sabe que el primer paquete de ayuda (110.000 millones de euros) no ha servido para nada, y no hay ninguna garantía de que el segundo paquete saque a los helenos de su apuro. El primer tramo se gestionó tarde y mal, con unas cláusulas que abonaron el proceso de contracción de la economía, lo que redundaba en una pérdida de capacidad para seguir pagando las deudas.

Resultó un círculo vicioso: para recibir el tramo de créditos de la UE y del FMI, los griegos debieron cumplir con unas condiciones que cercenaban las esperanzas de crecimiento de su economía, encarecían el precio real de los créditos y sumían al país en una perversa espiral de deudas. La llamada “consolidación financiera” ha dado como resultado que la producción industrial ha caído en un 11% y la tasa de desempleo ha crecido hasta el 16%.  
Todo esto ha sido como una surrealista escena en la que se intenta salvar a una persona que se está ahogando, lanzándole las partes de un salvavidas a intervalos, mientras se tiene la cándida esperanza de que la persona no se hunda. Grecia no sobrevivirá sin el siguiente pedazo de salvavidas, si es que sobrevive.

¿Cuanto dinero necesita Grecia?

La UE valora la segunda etapa de ayuda a Grecia en 120.000 millones de euros. Por otra parte, algunos funcionarios del Banco Central Europeo ya comienzan a cubrirse las espaldas, lanzando propuestas de doblar el fondo común de ayuda de la UE, aumentándolo a 1,5 billones de euros. Estamos hablando ya de cifras astronómicas.

La situación es tan grave que para el rescate griego ya se ha recurrido a un llamamiento general que incluye a los 27 países miembros de la UE y no sólo a los 16 miembros de la eurozona.

Los debates del Grupo de Europa (en el que entran todos los países de la zona euro) y de la Cumbre de verano de la UE que comenzaron el pasado día 20 de junio se han centrado en un único tema: cómo apagar el “incendio” en Grecia para impedir que se propague a otros lugares en peligro como Irlanda, Portugal e incluso España.

El escenario en Grecia podría tomar dos derroteros diferentes: o el país continúa endeudándose para poder funcionar con normalidad (opción ya imposible por el altísimo precio de los créditos) o la nación se declara en bancarrota.

También se barajan otras opciones como la restructuración o el aplazamiento de los pagos…. En estos conceptos hay diferencias que, en determinados casos, pueden llegar a ser sustanciales, pero que con Grecia son puro malabarismo financiero para maquillar una realidad ineludible: la bancarrota.

La cuestión fundamental es cómo amortiguar la caída de Grecia sin afectar el fundamento económico de toda la Unión Europea y todo el proceso de integración europea conseguido con tanto esfuerzo.

En realidad, Grecia podría salir poco a poco del atolladero en que se encuentra, si se le permitiera el lujo de salir de la zona euro. Podría recuperar su antigua moneda, el dracma, y devaluarlo. Las importaciones se encarecerían considerablemente, pero las exportaciones se abaratarían y aumentarían. En un principio, la economía del país se contraería, pero con el tiempo los ingresos aumentarían, fortaleciendo el sistema financiero para sacar poco a poco al país del pozo de la crisis.  

Una salida temporal de la zona euro podría ser una solución para Grecia. Salir, sanear la economía y luego volver. Es un planteamiento algo exótico, pero dará sus frutos. El inconveniente es que Grecia ya no está en condiciones de abandonar el entorno del euro, porque toda su economía gira en torno a la moneda europea. Sólo las pérdidas que acarrearían las diferencias de los tipos de cambio entre el dracma y euro a la hora de  afrontar los pagos de los créditos, serían colosales. 

También existe la posibilidad de condonar la deuda. Grecia se ha visto en la misma situación que muchos países del Tercer Mundo a los que, finalmente, se les condonó la deuda. Sin embargo, este procedimiento nunca se ha llevado a cabo con un país desarrollado y, por otra parte, las sumas condonadas eran otras. Además, el dirigente o los dirigentes que den tal paso, pueden darse por acabados políticamente. La opinión pública no les perdonará tamaño gesto hacia un país que se ha metido en una crisis económica por una política descuidada, corrupta y manirrota.  

No se puede mirar hacia otro lado

Existe una corriente de economistas que propone la instauración de dos tipos de euro: uno para los países relativamente saneados y con una gestión disciplinada (Alemania, Francia, Bélgica, Holanda, Luxemburgo…) y otro, con una cotización más baja para los demás, incluidos los problemáticos Grecia, Irlanda, Portugal y España.

Pero la existencia de una doble moneda sería algo complicado de enmarcar en los estatutos de la Unión Europea. Además, supondría el reconocimiento tácito de las teorías planteadas desde hace años por destacados economistas y que postulan que instaurar una moneda única en un entorno con tantas economías a tan diferente nivel de desarrollo es un gran error. Unos países acabarán llevando la carga de los otros. Y la cosa ha resultado así.

En resumen, en esta cuestión los condicionantes se pueden poner unos delante de otros, arriba o abajo, como en el juego del Lego… El resultado será siempre el mismo, no hay ninguna solución mágica ni milagrosa, por muchas vueltas que se le dé. Los próximos cinco ó siete años de Grecia van a ser muy difíciles, y los de la Unión Europea no van a ser un camino de rosas.

Pero una cosa está clara, si no se hace nada, el euro y todo el montaje en torno a la moneda europea se irá abajo. Muchos expertos europeos aseguran que si no se ataja el problema griego con rapidez, en Europa pueden reaparecer los fantasmas de la crisis financiera del 2008, con Grecia como avatar del detonante de entonces, el famoso banco estadounidense Lehman Brothers. De nuevo una crisis de liquidez, encarecimiento de los créditos, esclerotización de la economía… y otra vez al caos financiero mundial. No cabe olvidar que los bonos del Estado griego son inversiones hechas en su mayoría por los bancos alemanes, franceses, belgas: la locomotora económica de Europa.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE OBLIGATORIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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