“Daba la impresión de que la KGB iba muy en serio pero el grado de preparación era nulo”

© RIA Novosti . Boris Babanov / Acceder al contenido multimediaAgosto de 1991
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Valentín Stepankov, fiscal general de Rusia en agosto de 1991, fue la persona a quien el correspondió detener a los miembros del GKChP y más tarde, presentar cargos contra ellos.

Valentín Stepankov, fiscal general de Rusia en agosto de 1991, fue la persona a quien el correspondió detener a los miembros del GKChP y más tarde, presentar cargos contra ellos.

A continuación ofrecemos  a nuestros lectores un artículo publicado por Moskovski Novosti con fragmentos del libro del  ex Fiscal General de la URSS, Valentin Stepankov, autor del estudio documental “GKChP. 73 horas que hicieron cambiar el mundo”, en el que  expone algunos de los momentos claves como los preparativos para el asalto de la sede del parlamento de Rusia donde Borsi Yeltsin encabezó la resistencia contra los golpistas. Actas de interrogatorios y testimonios..

Sede del Ministerio de Defensa de la URSS, 20 de agosto, 14:00

Militares de carrera se reunieron en el despacho de Vladislav Achálov, viceministro de Defensa de la URSS. El Ejército estaba representado por Boris Grómov, ex jefe de las tropas soviéticas en Afganistán, héroe de la campaña afgana y, por aquellas fechas, viceministro del Interior de la URSS. Por parte de Seguridad estaba el coronel general Gueniy Aguéiev, subjefe primero de la KGB. Cerca de él, en uniforme de camuflaje,  estaba sentado el general Víctor Karpujin, jefe del grupo de operaciones especiales Alfa, y a su lado, Boris Beskov, jefe de la unidad militar 35690 (grupo B).

Estaban hablando del cómo tomar la sede del parlamento de Rusia. A grandes rasgos habían esbozado ya un dispositivo durante una reunión celebrada por la mañana en la KGB, bajo la dirección de Aguéiev. Eran los representantes del Ejército y el Interior quienes debían pronunciarse ahora.

Fruto de aquella discusión fue un plan de actuación sincronizada por parte de diversos cuerpos de seguridad.

El Ministerio del Interior de la URSS debía emplazar 3.000 efectivos en el malecón del río Moscova para impedir la llegada de nuevos partidarios de Yeltsin a la sede parlamentaria.

Las tropas aerotransportadas del general Alexandr Lébed, junto con una división de infantería motorizada del Interior, debían bloquear el acceso desde el anillo Sadóvoye y cerrar el cerco en torno a la sede del Parlamento. La retirada de la gente se iba a organizar a lo largo del malecón.

Un ataque en cuña sería elemento clave de la operación. Agentes antidisturbios apoyados por unidades de desembarco aéreo meterían una cuña en las multitudes dejando un pasillo para que los grupos Alfa, B y otros destacamentos de la KGB avanzaran hacia la sede del Parlamento y procedieran a la llamada fase de filtración. Su objetivo sería identificar a los que estaban dentro y colocar a quienes correspondiera bajo custodia en una guarnición militar situada en el poblado Medvezhi Ozera.

La KGB iba a implicar en la operación a sus fotógrafos para captar imágenes del fuego de respuesta desde la sede parlamentaria y poder afirmar luego que fue la gente de Yeltsin los primeros en disparar.

Efectivos del grupo Alfa, apoyados por los demás participantes de la operación, subirían a la quinta planta de la sede parlamentaria para capturar a los líderes de la resistencia antigolpista.

Declaraciones de Alexandr Lébed:

Cuando entré en el despacho de Achálov, la reunión parecía haber empezado hace tiempo: había muchas colillas en los ceniceros y en las mesas se veían botellas de agua vacías… Dije que el asalto sería imposible porque en edificio había unos 700 hombres con armas de infantería, incluidas las ametralladoras, y afuera, una multitud de 50.000 personas. A lo cual Varénnikov respondió toscamente: “¡Das una muestra de pesimismo cuando deberías, como general, ser optimista y alentar a la gente!”

De las declaraciones de Vladislav Achálov:

Observaba desde mi asiento cómo se comportaban y hablaban los demás. Todo me parecía una aventura. Daba la impresión de que la KGB iba muy en serio pero el grado de preparación era nulo. En general, no me sentía bien con lo que estaba pasando.

El general Víctor Karpujin se encargó de explicar a las tropas su misión.

“Cuando se refirió al próximo asalto, afirmó en tono de bravata que será una tarea fácil. No habrá ningún problema a la hora de orientarse y actuar dentro del edificio cuyo plano es un corredor primitivo con despachos a ambos lados”, según el testimonio de Anatoli Savéliev, un alto oficial del grupo Alfa.

El subjefe del grupo, Mijaíl Golovátov, quien dirigió en enero de 1991 el asalto a la sede de la televisión en Vilna, preguntó a Karpujin, si el dispositivo contaba con una autorización por escrito. Su pregunta no era casual. Previamente a la operación en Vilna, a los militares les enseñaron una orden firmada por el presidente Gorbachov.

De las declaraciones de Leonid Gummeni, alto oficial de Alfa:

Empezamos a protestar pero Karpujin chilló que ya estábamos hablando demasiado y que en torno al Parlamento no había más que jóvenes, estudiantes o, como dijo, críos que íbamos a dispersar rápidamente.

Situación en la Casa Blanca

Según algunas informaciones, francotiradores usarían la torre del hotel Ukraina para apoyar el asalto con fuego de puntería.

La defensa estaba organizada a lo militar. Los voluntarios se dividieron en pelotones y compañías. Cada portal de la sede parlamentaria iba a ser defendido por dos o tres pelotones y grupos equipados con cócteles molotov.

Los defensores de la sede eran poco numerosos en la noche del 19 de agosto. Fue el 20 de agosto, después de un mitin grandioso, cuando miles de moscovitas salieron a defender la Casa Blanca. Las barricadas, puramente simbólicas la víspera, se fueron transformando en fortificaciones poderosas y sofisticadas, realmente difíciles de superar. Camiones pesados, grúas, apisonadoras y estructuras de hormigón armado bloqueaban el acceso a la zona.

El 20 de agosto fue para los miembros del grupo Alfa un día de gran tensión, como es habitual antes las misiones de combate.

Karpujin mantuvo varias reuniones con el personal para ofrecer cada vez nuevos detalles de la operación.

Un veterano de Alfa, Anatoli Savéliev, estaba de mal humor. Sólo un abúlico no daba órdenes al grupo últimamente. Cualquier burócrata de la KGB se creía en el derecho de ponerlos bajo el fuego. Y ahí estaba otra misión de ésas. ¡Vaya una misión…Usar armas contra diputados y miembros del Gobierno!

Aunque estaba prohibido poner a los subalternos al tanto de la operación, Savéliev optó por hablar francamente con quienes pelearon hombro con hombro junto a él.

“Quieren mancharnos de sangre otra vez”, les dijo. “Que cada cual haga lo que le dicte su conciencia. Por lo que a mí respecta, no pienso asaltar la Casa Blanca”.

A la hora de elaborar el plan del dispositivo, nadie se imaginaba que tanta gente fuera a defender la sede parlamentaria. Más de un millón de personas participaron el 20 de agosto en la construcción de barricadas, vigilancia de traslados de tropas, suministro de víveres y medicamentos a los defensores de la Casa Blanca, redacción y difusión de volantes y otras acciones de resistencia.

Sería necesario un baño de sangre para aplastar a los defensores de la Casa Blanca. Entre decenas de miles de personas dispuestas a resistir hasta el final había celebridades mundiales: Alexandr Yákovlev, Eduard Shevardnadze, Mstislav Rostropóvich. También se encontraban en la sede parlamentaria corresponsales extranjeros de las más prestigiosas cadenas de televisión y agencias noticiosas.

“El grupo B debía usar un arma secreta de gran poder destructivo contra la primera y segunda plantas del edificio, conforme a la versión actualizada del plan de operación”, contó a los jueces instructores Leonid Gumenni, alto oficial del grupo Alfa. “Como resultado, ambas plantas dejarían de existir. En cuanto al arresto de Yeltsin, objetivo que marcó Karpujin, era inviable porque todos, incluido el presidente de Rusia, habrían sido eliminados durante la operación de limpieza”.

Un alto oficial de seguridad, Starodúbtsev, quien lleva el mismo apellido que un miembro del GKChP, declaró que no iba a participar en el asalto y pidió permiso para retirarse del despacho. “Ni falta que nos hace. Cualquier cosa, te fusilamos”, respondió a ello el subjefe de la KGB en Moscú, Karabánov.

20 de agosto, 17:00-20:00

Ningún destacamento del Ejército soviético había desacatado hasta entonces una orden de combate y todos eran conscientes de que la represalia podría ser rápida y brutal.

La suerte de “Grom” dependía enteramente del Ejército cuya tarea era entablar el combate y hacerse seguir por los demás. Por tanto, era tan importante convencer a los altos mandos militares de que actuasen.

Cuando Achálov y Varénnikov entraron en el despacho de Kriuchkov, vieron allí a Baklánov, Shenin y un amplio grupo de altos cargos de la KGB vestidos de paisano.

El viceministro de Defensa Achálov recuerda que su aparición provocó réplicas de descontento: “¡Vosotros, los militares, no queréis nada! ¡Sois unos inútiles!”

“¿Estáis acobardados?”, preguntó a bocajarro Baklánov cuando Achálov le expuso la postura del ministro de Defensa y sus propias conclusiones tras una inspección sobre el terreno: “Habrá inevitablemente un baño de sangre en caso de asalto. Hay fuerte descontento en las tropas. No es conveniente implementar la operación”.

Kriuchkov, cada vez más consciente de lo mucho que subestimó la renuncia de los generales a participar en el asalto, se esforzaba por salvar la cara al menos pero la tensión iba en aumento.

De las declaraciones de Boris Grómov:

Baklánov planteó que entonces sería necesario hallar otra manera de capturar a Yeltsin y sus seguidores. “Si no lo hacemos, nos colgarán”, dijo.

Reprochó a Kriuchkov por no haber cortado las redes de telefonía y electricidad en la sede parlamentaria, en contra de lo acordado anteriormente, y sugirió hacerlo de inmediato, además de bloquear el suministro del agua.

Kriuchkov admitió la necesidad de desconectar los teléfonos en el edificio. En cuanto a la luz, explicó que ya no tenía sentido cortarla porque estaba amaneciendo…

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