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EEUU revive el fantasma de los disturbios raciales

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En Ferguson, suburbio de St. Louis, los vecinos llevan varios días protestando por la muerte a manos de la policía de un joven afroamericano, Michael Brown, al que un agente mató de varios disparos.

En Ferguson, suburbio de St. Louis, los vecinos llevan varios días protestando por la muerte a manos de la policía de un joven afroamericano, Michael Brown, al que un agente mató de varios disparos.

El joven, de 18 años, iba desarmado y los habitantes de Ferguson acusan a las fuerzas de seguridad de actuar con violencia recurrente, azuzados por el viejo racismo que nunca terminó de apaciguarse. La policía argumenta que Brown se resistió a su detención, forcejeó con el agente e incluso trato de arrebatarle la pistola.

La tensión se ha multiplicado en las últimas horas, luego de que la pasada noche un hombre fuera tiroteado por un policía. Se encuentra muy grave. De fallecer encendería todavía más los ánimos tras unas jornadas en las que las unidades antidisturbios han empleado gases lacrimógenos y pelotas de goma para disolver a los manifestantes.

En un editorial revelador el New York Times explica cómo en St. Louis, "en los años cuarenta, no se permitía a los afroamericanos trasladarse a los suburbios". Las políticas segregacionistas cambiaron con el tiempo, pues "mientras en 1980 el 85% de la población de Ferguson era blanco y el 14% negro; en 2010 el 29% era blanco y el 69% negro", pero los viejos fantasmas nunca desaparecieron: los blancos de St. Louis, dueños inveterados de los principales centros de poder económico y político, y cuyos ingresos multiplican los de sus vecinos de color, han abandonado sus antiguos territorios a medida que estos reciben la llegada de afroamericanos.

En 1984 Norman Mailer afirmó que "la relación agonizante entre blancos y negros, casi extinguida, estrangulada y llena de odio, es nuestra gran historia de amor nacional, y desgraciados de nosotros si acaba en aborrecimiento y miseria recíproca". Palabras proféticas que se suman a la llamada a la calma realizada por el presidente Obama, que ha pedido sosiego, y que resuenan estos días en las calles de Ferguson, ese pequeño barrio alzado tras una larga historia de mutua desconfianza.

 

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