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Los unionistas toman Edimburgo mientras el “sí” conquista Glasgow

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Edimburgo y Glasgow nunca estuvieron tan lejos. Setenta kilómetros separan las dos grandes ciudades escocesas, divididas ahora por una inmensa grieta por cuenta del referéndum de independencia.

Edimburgo y Glasgow nunca estuvieron tan lejos. Setenta kilómetros separan las dos grandes ciudades escocesas, divididas ahora por una inmensa grieta por cuenta del referéndum de independencia.

Mientras 15.0000 "unionistas" ultra-protestantes de la Orden de Orange recorrían las calles de Edimburgo, las huestes del "sí" conquistaban el centro de Glasgow y lograban reunir a más 20.000 seguidores en una de los mayores actos de la campaña independentista.

"¡No nos rendiremos ante los separatistas!", fue la consigna en la marcha de Edimburgo, encabezada por el Gran Maestro de la facción escocesa de la Orden de Orange, Henry Dumbar. A cuestas con sus pendones, sus orlas y sus bombines, los seguidores de la fraternidad ultra-protestante superaron todas las expectativas.

La policía impuso el cerrojazo en el centro de Edimburgo y vigiló muy de cerca a un grupo infiltrado de neonazis. Pero al final no hubo incidentes, más allá del intercambio de insultos con los independentistas.

"Si algo se la ha faltado a la campaña del "no" es la pasión", aseguró Henry Dumbar en el arranque de la marcha, que discurrió por popular la Milla Real. "Eso es lo que traemos nosotros a las calles de Edimburgo. Vamos a movilizar a nuestra gente hasta lograr la victoria. Vamos a defender una unión fuerte, próspera, tolerante y duradera".

Le tomó la palabra Edward Stevenson, de la Logia de Irlanda del Norte, recordando los lazos históricos entre el Ulster y Escocia: "Esta es una celebración y una expresión de nuestro orgullo por el Reino Unido… Escoceses, no lancéis por la borda siglos de historia".

La Orden Orangista conmemora todos los años la victoria histórica del protestante Guillermo de Orange sobre Jacobo II, el último rey católico en Inglaterra, en la batalla de Boyne de 1690. La Orden fue creada un siglo después, en 1795, y tiene sus raíces históricas en Irlanda del Norte, donde sigue siendo un arma arrojadiza entre protestantes y católicos.

La fraternidad está también muy extendida en las Lowlands de Escocia, desde donde partieron decenas de autobuses para la marcha de Edimburgo. Desde la localidad "fronteriza" Berwick-Upon-Tweed, que ha sido indistintamente escosa e inglesa durante su historia, vino Jeffrey Mulligan con toda su familia: "Nos va bien en el Reino Unido, somos una potencia respetada en el mundo ¿Qué salimos ganando con la ruptura?".

En Glasgow, mientras tanto, dos solitarios partidarios del "no" fueron abroncados y zarandeados a su paso por Buchanan Street, convertido en un río azul a favor de la independencia. "Ellos tienen su fiesta en Edimburgo, lo mejor que pueden hacer es respetar la nuestra", proclamaba Anna Cunningham, 19 años, estudiante de la Universidad de Glasgow.

La segunda ciudad escocesa (la primera por el número de habitantes, 600.000 frente a 500.000) le ha robado el protagonismo a Edimburgo y se ha convertido en el auténtico caballo de batalla del referéndum. El cinturón industrial de Glasgow ha sido siempre el bastión del Partido Laborista, integrado en la coalición unionista, que ha experimentado sin embargo una preocupante fuga de votos hacia el "sí".

El último sondeo de Survation da ocho puntos de ventaja al "no" (54% frente a 46%), pero a falta de cinco días para el referéndum las encuestas son muy volátiles y la partida sigue en el aire. Los "independentistas", mucho más visibles a pie de calle, han desplegado este fin de semana a 35.000 voluntarios, prestos a repartir 2,5 millones de panfletos a favor del sí.

 

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