En un Congreso dividido por luchas fratricidas, el presidente Obama había apostado parte de su prestigio.
Acababa de someter a votación su propuesta para entrenar a los combatientes sirios que pelean contra los yihadistas del Estado Islámico. Con 273 votos a favor y 156 en contra, la moción fue aprobada. Un alivio inopinado para un mandatario que vive los momentos más severos de su presidencia.
"No os enviaré a luchar otra guerra en Irak", explicó Obama desde la tribuna instalada en el cuartel general del Comando Central del ejército, ubicado en Florida. Su audiencia estaba compuesta por un nutrido grupo de soldados y oficiales, en una cuidada puesta en escena que pretendía contrarrestar cualquier rumor de guerra abierta.
El sí del Congreso, que volverá a estudiar la evolución del plan en diciembre, tiene sus limitaciones. No autoriza una intervención terrestre, la gran herida en la psique nacional tras más de una década de conflictos en Afganistán e Irak.
Los ataques estadounidenses seguirán siendo aéreos. El combate sobre el terreno recaerá en los guerrilleros sirios; financiados y armados, eso sí, por EE.UU. Para la Casa Blanca resultaba prioritario salir al paso de las declaraciones que realizó el martes el general Martin E. Dempsey, máximo responsable del Comando Central.
Dempsey había afirmado que si las circunstancias lo requerían aconsejaría al presidente usar tropas terrestres. Otro asunto clave para el equipo de Obama era subrayar que hasta cuarenta países colaborarán contra el Estado Islámico. O sea, que a diferencia de su predecesor, el presidente ha tejido una sólida alianza internacional, imprescindible para evitar daños de imagen, y todavía más importante en cuanto a garantizar la logística de una operación sumamente delicada.
Pero la victoria política de este miércoles es transitoria, la mayoría a su favor no es abrumadora, y vivirá pendiente de cuanto suceda en los próximos meses.
Los grandes rotativos se han hecho eco de las divisiones, y el New York Times añade una encuesta según la cual la mayoría de los estadounidenses confían poco en la capacidad de la actual administración para combatir el terrorismo.
Tampoco contribuirá a calmar los ánimos de una ciudadanía horrorizada, espantada por la contemplación de periodistas y cooperantes decapitados, el hecho de que los terroristas del EI hayan hecho un llamamiento a cometer atentados en suelo estadounidense. Concretamente, en Nueva York y Las Vegas, donde jalea a los fanáticos que les escuchen a "fabricar una bomba en tu cocina, crear escenas de terror en lugares turísticos y otros objetivos".
El propio New York Times, en su editorial de hoy jueves, avisa de que para que la jugada alentada por la Casa Blanca pueda triunfar, para que lucha sobre el terreno contra el EI sea un éxito, será imprescindible que el nuevo gobierno iraquí restañe con firmeza las heridas causadas a los suníes, arrinconados y perseguidos durante una década. De lo contrario, avisa, "el ejército de Estados Unidos volverá a defender a un estado iraquí con tendencias autodestructivas".
