Un tribunal chino ha condenado a cadena perpetua por el delito de separatismo al más prestigioso y célebre activista uigur en una sentencia que ha sorprendido por su dureza inusitada y despertado la indignación global.
Ilham Tohti, de 44 años, había sido acusado de promover la independencia e instigar actos violentos en su provincia natal de Xinjiang, donde reside la etnia minoritaria uigur. El académico siempre ha negado los cargos. Su abogado, Li Fangping, ha expresado a la salida del juicio su indignación y anunciado que apelará la decisión.
La condena se daba por descontada porque las sentencias de culpabilidad superan el 99% en la justicia penal y ésta se encuentra supeditada al Partido Comunista de China, que ha convertido la estabilidad en Xinjiang en uno de sus pilares políticos. Pero ha sorprendido la dureza porque no ha habido casos en los últimos años de activistas políticos condenados a cadena perpetua y el perfil de Tohti está muy alejado del extremismo. “Es muy impactante, mucho más duro de lo que nadie podía esperar. Carece de precedentes para alguien tan famoso”, ha juzgado Maya Wang, de Human Rights Watch.
El exprofesor de la prestigiosa Universidad Minzu de Pekín ha planteado dudas sobre las explicaciones oficiales que seguían a atentados uigures, pero desde un perfil moderado, mostrando abiertamente su orgullo de ser chino y su rechazo a la independencia y la violencia. Su condena es entendida por los expertos como la quema de puentes de Pekín para el diálogo con los sectores más templados del conflicto uigur. Tohti siempre ha defendido que sólo ha utilizado “un papel y un bolígrafo” para pedir con diplomacia el respeto a los derechos humanos de su etnia.
La Fiscalía le ha acusado de fomentar las tesis independentistas desde su web uighurbiz.net, que él ha definido como un lugar de encuentro para el debate de académicos.
Estados Unidos, la Unión Europea y las organizaciones de derechos humanos han pedido su liberación desde que fue detenido nueve meses atrás. Sus abogados han denunciado las condiciones de su cautiverio, que le han provocado una gran pérdida de peso. El centro se negó en un principio a darle comida musulmana y en marzo se la retiraron durante diez días después de que un atentado uigur dejara 29 muertos en una estación de tren de Kunming (provincia de Yunnan). Ni su mujer ni sus hijos han podido visitarle en la prisión.
Los uigures suponen el mayor problema étnico chino, mucho más grave que los mediáticos vecinos tibetanos del norte. Unas 200 personas han muerto este año en enfrentamientos entre la comunidad local en Xinjiang y las fuerzas de seguridad.
