El Servicio Secreto de EEUU tiene como una de sus misiones prioritarias la protección del presidente. Pero el pasado 19 de septiembre un hombre, Omar González, franqueó la verja de la Casa Blanca, alcanzó el edificio a la carrera e incluso estuvo a punto de ingresar en la zona residencial; todo esto mientras portaba un cuchillo.
El presidente y su familia habían partido minutos antes en helicóptero y González fue detenido en el interior de la mansión por un agente que en ese momento no se encontraba de guardia.
Tres días antes un contratista armado compartió ascensor en Atlanta con el mismísimo Barack Obama. La noticia, que ha sido desvelada por el Washington Examiner, ha generado una enorme polémica al conocerse que el contratista no fue inspeccionado antes de ingresar en el ascensor, y que incluso llegó a tomar fotos del presidente, algo estrictamente prohibido.
Estos y otros incidentes han llevado a la directora del Servicio Secreto, Julia Pierson, a comparecer ante una comisión del Congreso. Durante su intervención, "pasiva" y "poco memorable" según el New York Times, de "tono burocrático" y formulario, apenas admitió que "los protocolos de seguridad no funcionaron adecuadamente".
El diario, en un editorial demoledor, reproduce la respuesta del congresista de Massachusetts, Stephen Lynch: "Sólo le pido a Dios que haya protegido la Casa Blanca igual que está protegiendo hoy su reputación".
La impresión generalizada es que las citadas anomalías podrían haber desencadenado una tragedia de consecuencias incalculables. Los congresistas acordaron recomendar la creación de una comisión independiente para que investigue los sucedido.
Tal y como señala el editorial del New York Times, la preocupación ante los evidentes fallos de coordinación del Servicio Secreto se agrava al constatar que "Obama ha recibido a lo largo de su legislatura el triple de amenazas que sus predecesores".
