Las pruebas genéticas en cuerpos calcinados relacionados con la desaparición de 43 estudiantes de magisterio rural en Iguala, Guerrero, sur de México, podrían terminan en una nueva frustración, porque las cenizas de restos humanos hacen imposible la identificación, afirman forenses argentinos que tendrán la última palabra en los peritajes.
"Cuando los peritos sólo tienen cenizas del cuerpo, en la mayoría de los casos resulta imposible la plena identificación, dependerá del Estado y las condiciones que guarden las cenizas", dijo Luis Fondebrider, presidente del Equipo Argentino de Antropología Forense, en una entrevista con el noticiario de la cadena mexicana Televisa.
La investigación de la desaparición hace 40 días de 43 estudiantes de magisterio rural ha llegado a un callejón sin salida, debido a fallas técnicas de las pruebas forenses en 30 cuerpos calcinados encontrados en fosas clandestinas en los cerros que rodean Iguala, descubiertos a partir de las confesiones de los verdugos, policías y sicarios de narcotraficantes detenidos.
Los primeros peritajes realizados por la fiscalía del estado de Guerrero en esos restos humanos dieron negativo en su relación con los 43 estudiantes desaparecidos.
Sin embargo, el Procurador General Jesús Murillo (fiscal federal), dijo en una conferencia de prensa el 23 de octubre –cuando reveló que los jóvenes fueron secuestrados por policías y entregados a sicarios por orden del alcalde de Iguala–, que las primeras pruebas que anulaban la conexión con los desparecidos podrían ser erróneas.
Las pruebas genéticas de ADN presentadas el 14 de octubre por la fiscalía de Guerrero, "pueden tener error en su recopilación, orden u organización. Por eso se pidió la participación de peritos extranjeros", argentinos, dijo el procurador.
Entonces, los familiares decidieron confiar únicamente en el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), que llegó a Iguala dos días después de los hallazgos de restos, gracias a que aún investiga en México la masacre de 72 migrantes ilegales en 2010.
Esa organización humanitaria, que trabaja con gran hermetismo, fue establecida en 1984 para investigar los casos de al menos 9.000 desaparecidos en Argentina bajo la dictadura militar (1976-1983), y ahora investiga con autoridad masacres en todo el mundo.
Suspenso en cuenta regresiva
Los peritos argentinos han prometido entregar en una semana los resultados a los familiares de los jóvenes, dijo recientemente a Nóvosti Abel Barrera, director del Centro de Derechos Humanos de la Montaña de Guerrero Tlachinollán, asesor jurídico de los familiares.
"Si no hay pruebas científicas de que los cuerpos encontrados en fosas cerca de Iguala son los estudiantes desaparecidos, seguiremos acompañando a los familiares en su búsqueda. Y queremos saber quiénes son", dijo el reconocido dirigente humanitario.
"No se puede aceptar que les den la noticia de que sus hijos están muertos por las declaraciones judiciales y el hallazgo de fosas clandestinas", advirtió Barrera, laureado con el Premio Amnistía Internacional–Alemania en 2011.
El trabajo forense es un proceso largo y complicado. El equipo extrae el perfil genético, la información única e irrepetible que tiene cada ser humano, a través de pruebas de sangre de los familiares.
Las muestras de los familiares y del cadáver deben proceder al menos de un fragmento de hueso de 5 centímetros y uno o dos dientes, y son llevadas a los laboratorios del EAAF en Argentina o EEUU.
"El perfil genético aparece como un código de barras de supermercado; eso se introduce a una base de datos que se compara con otras informaciones; y permite al genetista informar al antropólogo o al médico que hay una coincidencia o no desde el punto de vista biológico", comentó el director de los forenses argentinos.
Si el cadáver está relacionado biológicamente, se hace un nuevo análisis estadístico para saber qué valor tiene en la población local esa coincidencia y descartar que se trate de azar, explicó.
El 16 de octubre, el sacerdote Alejandro Solalinde dijo a Nóvosti que de acuerdo con testimonios de testigos –que después entregó a la fiscalía federal– los estudiantes "estaban heridos, y así como estaban heridos, los quemaron vivos, les pusieron diésel. Eso se va a saber, dicen que hasta les pusieron madera, algunos de ellos estaban vivos, otros muertos".
Sobre los peritajes de los forenses del EAAF interrogó: "¿Cómo pueden (los forenses argentinos) trabajar con unos restos totalmente calcinados, que es sumamente difícil encontrar su ADN porque se altera por el fuego?"
