Actualizada a las 6.31 horas de Moscú
El presidente Obama ha anunciado la mayor reforma migratoria de los últimos años en EEUU.
Consciente de protagonizar uno de los momentos claves de su mandato, el presidente ha comparecido en horario de máxima audiencia y se ha empleado a fondo.
"Durante más de 200 años", ha dicho, "nuestra tradición ha sido la de acoger a los inmigrantes de todo el mundo, lo que nos ha dado una enorme ventaja sobre otras naciones. Nos ha mantenido jóvenes, dinámicos y emprendedores. Ha conformado nuestro carácter como pueblo, con posibilidades ilimitadas".
Obama propone "rendir cuentas, algo de sentido común. Si usted cumple con los criterios, podrá abandonar las sombras y estará protegido por la ley. Si es un criminal, será deportado. Si entra en EEUU de forma ilegal, han aumentado las posibilidades de ser capturado y enviado de vuelta".
Gracias a las nuevas medidas cerca de cinco millones de indocumentados podrán solicitar permisos de residencia y trabajo (de un total de once millones de inmigrantes ilegales).
Se trata de un alivio de carácter temporal: la acción ejecutiva del presidente no tiene rango de ley.
Es también el programa más ambicioso adoptado en esta materia desde mediados de los ochenta. Entonces fue Ronald Reagan, auténtico mito para con los conservadores de EEUU, quien regularizó a millones.
Los ilegales con hijos nacidos en EEUU, y por tanto ciudadanos estadounidenses, recibirán la residencia temporal, pero no los padres de los llamados Dreamers (jóvenes que entraron de forma ilegal en EEUU siendo unos niños), Obama ha prometido que en cualquier caso el objetivo prioritario de las fuerzas del orden serán los inmigrantes indocumentados que cometan delitos graves, así como quienes hayan ingresado ilegalmente en el país durante los últimos meses.
La reforma del sistema, transitoria, y sujeta a lo que decida el presidente que sea elegido en 2016, llega después de una tremenda batalla legal y propagandística.
Una ley global, aprobada en el Senado, lleva casi año y medio paralizada en el Congreso. Lo recordaba Obama cuando explicó que "el año pasado 68 demócratas, republicanos e independientes se unieron para aprobar un proyecto de ley bipartidista en el Senado. No era perfecto. Era un compromiso, pero reflejaba sentido común. Hubiera duplicado el número de agentes de la patrulla fronteriza, mientras daba a los inmigrantes indocumentados un camino a la ciudadanía si pagaban unas tasas, y hubieran pagado sus impuestos".
Tras explicar que implementará medidas adicionales de seguridad en la frontera, Obama explicó otra parte sustancial de su plan: "facilitar a los inmigrantes altamente cualificados, licenciados y empresarios que puedan quedarse y contribuir a nuestra economía, tal como han propuesto muchos líderes empresariales".
Se trata, efectivamente, de una vieja aspiración de muchos empresarios estadounidenses, dado que los jóvenes extranjeros que se educan en las prestigiosas universidades del país son obligados a marcharse una vez concluyen sus estudios, con lo que EEUU pierde una mano de obra de gran calidad.
Después de negarse a negociar durante meses, los republicanos han denunciado el unilateralismo del presidente. Meditan qué medidas pueden tomar, desde boicotear la financiación de las agencias de inmigración hasta demandar a Obama ante los tribunales.
