El choque de trenes y el valor de la opinión pública en China

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Hace poco, el periódico oficial del Partido Comunista chino, Renmin Ribao, publicó lo que a primera vista podría parecer un poco raro y algo chocante.

Hace poco, el periódico oficial del Partido Comunista chino, Renmin Ribao, publicó lo que a primera vista podría parecer un poco raro y algo chocante.

En el mismo se planteaba la necesidad de que los funcionarios gubernamentales aprendan a manejarse y a transmitir información clara y veraz en los blogs. Pero el pequeño párrafo final aclara el motivo del comunicado.

En pocas líneas se define la causa que subyace a todo esto: la catástrofe que ha sufrido China con el choque de dos trenes de pasajeros en la provincia de Wenzhou el pasado 23 de julio. En el fondo, el motivo del comunicado ha sido la torpeza con la que reaccionaron frente al hecho los funcionarios gubernamentales y la airada reacción de la opinión pública.

En Pekín ya se ha anunciado que las conclusiones de la comisión de investigación se harán públicas solamente a finales de septiembre. No obstante, lo que ya se puede asegurar es que nos encontramos ante uno de estos pocos casos, cuando un error técnico (o la suma de varios) adquiere dimensión de acontecimiento político de trascendencia internacional. Bien es sabido que no todas las catástrofes son iguales: unas, las del estilo del buque “Bulgaria” en Rusia no tienen especial incidencia internacional, mientras que otras, como la de Fukushima, tienen un eco planetario.

Un símbolo caído

Los trenes de alta velocidad son un símbolo de modernidad, un motivo de orgullo nacional. Los trenes japoneses “Shinkasen” llevan ya más de medio siglo viajando por las islas niponas, las redes de alta velocidad son perfectamente habituales en Europa. Sin embargo, para China es una generosa aportación al transporte nacional. Además, este proyecto fue concebido también con vistas a la exportación: hace unas semanas, el primer ministro chino, Wen Jiabao, negoció la venta de un convoy al Reino Unido, y existen planes para EEUU.

Pero, lo más importante es el impacto que estos trenes han tenido en la vida de los chinos. En el país hay 179 líneas de Alta Velocidad, en las que se incluyen los trenes capaces de desarrollar velocidades hasta los 200 km/h y los que alcanzan los 300 km/h. Este es el medio de transporte de la nueva clase media que se ha formado durante los 30 años de reformas. Las ideas promovidas por los dirigentes chinos con vistas a crear nuevas ciudades no agresivas con el medio ambiente, cuyas maquetas ya fueron presentadas el año pasado en la Feria Mundial de Shanghai, se quedaron un tanto desfasadas. La punta de lanza de la modernidad china es la Alta Velocidad. Es el éxito de la temporada 2010-2011.

Por la línea férrea entre Pekín y Shanghai se mueven todos los días alrededor de 254 000 pasajeros; es decir,  94 000 más que hace un año. La demanda de vuelos para este mismo trayecto ha caído en un 20%.  Es evidente que, tras la catástrofe, el número de usuarios del tren también descenderá pero, sólo temporalmente.

Lo ocurrido en la provincia de Wenzhou todavía no está del todo aclarado. Por ahora, la versión de trabajo es la siguiente: un rayo dañó el sistema de aviso de uno de los trenes y éste, sin control de velocidad, se estrelló contra la parte trasera del otro. En esos instantes los convoyes se encontraban en un paso a nivel, por lo que cuatro vagones cayeron desde la altura. 40 personas perdieron la vida y 191 resultaron heridas.

Si en el caso de la motonave turística “Bulgaria” el problema fue de vetustez, en el de los trenes chinos parece que ha sido por la excesiva complejidad de sus componentes tecnológicos. De todas formas, la reacción de la opinión pública china ha sido similar a la que tuvo la rusa y se ha desatado un huracán de protestas. El blanco de las quejas ha sido la administración pública. Su gestión fue mayoritariamente desacertada y censurable. No es de recibo intentar enterrar los vagones inmediatamente tras el accidente en el lugar mismo de la tragedia.

La maniobra fue descubierta rápidamente, por lo que hubo que desenterrarlos. Por no mencionar la vergonzosa e inútil iniciativa del partido de recomendar a no cargar las tintas en demasía sobre el suceso durante el pasado fin de semana a los medios de comunicación nacionales.
La orden se cumplió en los medios serios, pero las redes sociales son muy difíciles de controlar y allí bullían las protestas. Y en este caldo de cultivo apareció la instrucción del Partido Comunista de China para que sus funcionarios optimicen el empleo de las redes sociales. El asunto es bastante importante, porque las redes en China son muy activas. La instrucción del gobierno chino es clara: decir la verdad en Internet sin ocultar nada porque, en caso contrario, te descubrirán fácilmente. La lección política de la tragedia ha sido aprendida, al menos en teoría.

Cuando todo el esfuerzo de la propaganda es vano

Pero los creadores de opinión, en este caso, no sólo se han circunscrito a China. Cuanto ocurre en China, en Asia, afecta a la política mundial e incluso al desarrollo de las teorías sociales. De alguna manera el principal beneficiario de la tremenda crisis económica mundial está siendo China (también la India), a pesar de que, sólo el modelo económico occidental se había mostrado capaz de garantizar el éxito y el crecimiento. Es paradójico, pero a China las cosas le van bien, cuando le deberían ir mal, hasta ahora, hasta el choque de estos dos convoyes de trenes. Este es el caso cuando un problema técnico se convierte en ideológico.

El rotativo “Washington Post” intentó moldear la opinión en torno a este caso. Incluso publicó un editorial, sin parapetarse en la opinión de ningún periodista. Las tesis planteadas venían a ser un refrito de muchas ideas preconcebidas en torno al gigante asiático. “Cada vez más gente en China se da cuenta de que las consecuencias de la tragedia no son tanto tecnológicas como políticas. El sistema de Alta Velocidad en China lleva consigo todos los vicios internos de un gobierno autoritario… Los gestores no electos de la nación se permitieron el capricho de gastar cientos de miles de millones de dólares en un medio de transporte que no está al alcance de la mayoría de los ciudadanos… al tiempo que los funcionarios bien conectados han comenzado a llenar sus bolsillos”. 

Cuando una idea dudosa se analiza hasta sus últimas consecuencias, suele acabar por revelarse ridícula. En este caso, la administración china no fue quién se rió, sino el lector estadounidense y con rara unanimidad.

En definitiva, los lectores de artículos de temática internacional no suelen participar en los foros de las redes sociales, ni tampoco en las encuestas. Este tipo de gente forma un auditorio muy específico. En este caso de los trenes, aparecían 121 comentarios a la noticia al día, lo cual es mucho. Los estadounidenses opinan que achacar la catástrofe a defectos del sistema político sería equiparable a ver la tragedia del 11 de septiembre del 2001 desde el mismo prisma. En el pasado, EEUU sufrió graves accidentes, como la caída de un puente en Minnesota y la tragedia del Shuttle… a nadie se le ocurrió achacarlos a fallas en el sistema de gobierno. Es evidente, opinan los lectores, que los dirigentes tienen algo que ver en la gestión, pero nada más.

Sus comentarios, generalmente, se centran en una comparativa entre ambas infraestructuras de transporte, donde China (o, en su caso, Japón) podría aportar mucho al desarrollo de la red ferroviaria de EEUU.

Hace unos días, la Asociación de ingenieros civiles de EE.UU. publicó un informe sobre la infraestructura de transporte nacional que cuenta con una vida media de 60 años y que cada vez exige mayores gastos para su mantenimiento.

Dentro de diez años, mantenerla en funcionamiento requerirá 430.000 millones de dólares anuales, extremo que se reflejará en un descenso de 7.000 dólares anuales en los ingresos de cada familia. El país necesita una renovación radical de la red de transporte, pero esto es algo que parece lejano, sobre todo después de la reciente y agria disputa entre el presidente y el Congreso sobre la elevación del techo de la deuda federal. Trasladar esta discusión del terreno de los problemas técnicos al ámbito de las disquisiciones sobre el autoritarismo y la democracia no está prohibido, pero esto no hará que los puentes y los trenes se reparen con más rapidez.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE OBLIGATORIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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