La adicción a las drogas no es una enfermedad sino un síntoma de malestar social

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No existe el problema de las drogas, existe un problema con la persona, una tragedia humana, afirma el presidente de la Fundación Benéfica Social de Rusia No al Alcoholismo y Drogodependencia y narcólogo de la Academia de Medicina Séchenov de Moscú, Oleg Zíkov.

No existe el problema de las drogas, existe un problema con la persona, una tragedia humana, afirma el presidente de la Fundación Benéfica Social de Rusia No al Alcoholismo y Drogodependencia y narcólogo de la Academia de Medicina Séchenov de Moscú, Oleg Zíkov. Considera que uno de los métodos más eficaces para frenar la “narcotización” del país es disminuir el nivel de violencia en la sociedad.

Impotencia personal

- ¿Existen problemas particulares de la drogodependencia según la región? Por ejemplo, en Moscú: hay mucha gente, mucho estrés y, lo más importante, mucho dinero.

- Los problemas de la drogodependencia en Moscú no se diferencian para nada de los mismos problemas en el resto de Rusia. Donde hay dinero, siempre hay más droga pero esto vale tanto para Moscú, como para otras regiones ricas del país, por ejemplo la región petrolera de Janti-Mansiysk en Siberia Occidental.

Es importante darse cuenta de que el problema de la drogodependencia no existe como tal. Las drogas, el alcohol y otras dependencias no son más que síntomas de un bienestar general de la sociedad, de la familia, de la persona. Y los problemas de la persona siempre son individuales.

Una adicción se basa en la incapacidad del individuo de resolver sus propios problemas a través de los comportamientos socialmente admisibles: su impotencia personal en del ámbito social y espiritual. Luego es cuestión de las circunstancias en qué se traducirá esta impotencia, si cometerá un crimen, se convertirá en la víctima del mismo o recurrirá a la “ayuda” del alcohol y drogas.

Mientras tanto, los comportamientos socialmente admisibles vienen determinados por las características culturales de un ambiente, un país, una etnia. Y también por las tendencias de la “moda”. En este sentido Moscú como capital influye, entre otro, en el consumo de las drogas.

Una cuestión de elección

- ¿Qué está de moda en la capital actualmente? ¿Qué tipo de droga es más popular?

- Tras la caída del ‘telón de acero’ (término que se refiere a la frontera, no solo física sino ideológica, que mantenía aislada a la URSS del Occidente), en Rusia aumentó bruscamente el consumo de la heroína y otros opiáceos. Esta tendencia se vio frenada a finales de los años 90 y para el 2001 se estabilizó. Desde entonces no se registra el aumento del consumo de este tipo de droga.

En cambio, aumentó el consumo del alcohol por el mismo grupo de población. Está claro que son aspectos muy entrelazados. En Moscú, como en el resto de Rusia, la población, debido a su mentalidad, tiende al alcoholismo. Parte de culpa la tiene el gobierno en particular, porque en su momento permitió campañas publicitarias de cerveza. La publicidad crea una imagen atractiva del producto a través de una imagen del estilo de vida, que es parte de la moda actual.

Los adictos tienen perfiles muy diferentes los cuales determinan su elección en cuanto a la droga. Entre los factores más importantes están la edad y la costumbre. Es más probable que las personas mayores de cierta edad acaben alcoholizados que drogodependientes. Los que se engancharon a los opiáceos en la década de 1990, siguen consumiéndolos.

La gente joven que está envuelta en la vida nocturna empieza a consumir anfetaminas, éxtasis a experimentar con otras drogas sintéticas. Entre la gente de la farándula es más popular la cocaína. No es ningún secreto que muchos rusos fuman marihuana en la cocina de su casa.

Si no tiene suficiente con la marihuana para olvidar de sus problemas, busca otra droga y pasa a la heroína. No es que la marihuana le empuje hacia la heroína, simplemente está buscando la manera de olvidarse de sus problemas. No es cuestión de la sustancia química – la heroína o el vodka - sino de la elección personal.

Por lo tanto, no se pueden separar los problemas de alcoholismo del de la drogodependencia, pero nuestros dirigentes sí lo hacen, tanto a nivel legal como práctico.

La horca no es la solución

-¿Cuál es, según Usted, la estrategia correcta del gobierno con respecto a este problema social? Algunos, por ejemplo, abogan por mano dura afirmando que con Stalin no había drogadictos...

- Ninguna medida represiva es capaz de cambiar el comportamiento de las personas y solucionar sus problemas. En Irán, por ejemplo, no se toma prácticamente el alcohol, pero se vive una “epidemia” de drogadicción opiácea. Allí a los culpables de narcotráfico los mandan a la horca, pero el nivel de consumo de drogas es uno de los más altos del mundo.

En Japón, que presume de ser el país con el menor índice de consumo de drogas a nivel mundial, las autoridades no mandan a la horca a nadie. Los japoneses desde un principio tenían clara una cosa: cuanto peor se siente un individuo en la sociedad, más probable es que empiece a consumir las sustancias psicoactivas. Y un individuo se siente mal en una sociedad donde reina la violencia.

Si queremos erradicar la drogodependencia tenemos que disminuir el nivel de violencia social, política, psicológica, doméstica.

Los japoneses lo consiguieron reduciendo la población carcelaria. La cárcel no corrige, sino inculca un modus operandi: tienes que ejercer violencia: si no, pierdes. Este es el principio de las relaciones carcelarias. Por lo tanto, en cualquier país donde hay un alto porcentaje de los presos, está condenado a registrar altos niveles de narcotización.

Por ejemplo, en Estados Unidos hay dos millones de presos, es la cifra más alta en el mundo. Rusia está en el segundo puesto. Es lógico que siempre tengamos un nivel alto del consumo de drogas, porque los antiguos presos son portadores de una mentalidad criminal y al recobrar la libertad la contagian a la sociedad.

- ¿Cómo se puede proteger de la droga a la gente joven en esta sociedad?

- Lo más importante es la educación de la personalidad. Una persona que sabe imponerse unos límites y se respeta a sí misma es inmune al consumo de las sustancias psicotrópicas, sea alcohol o drogas. Si al niño en la familia en vez de educar le doblegan, no tendrá fuerza interior para decir “no” a la propuesta de probar drogas.

No tiene ningún sentido advertir al adolescente contra las drogas, solo sirve de despertar su curiosidad hacia las mismas. Es necesario ofrecerle una alternativa sana.

Lo mismo sucede con las personas que ya habían desarrollado adicciones. No sabe vivir de otra manera, es su forma de afrontar los problemas sociales y personales. Necesita una alternativa. Es una tarea complicada y laboriosa pero no existen unas pastillas mágicas para solucionar el problema una vez para siempre.

- Ya que ha mencionado el problema de la rehabilitación de adictos ¿qué medidas, en su opinión, son admisibles para salvar a una persona?

- El problema de la narcología rusa consiste es que no existe reglamento estatal único para centros de rehabilitación. Por ejemplo, la organización Transformación de Rusia, creada por los expresos cuenta con más de 350 centros de rehabilitación de adictos en todo el país. Utilizan trabajos forzados para los alcohólicos y drogadictos, pero nadie ha mejorado todavía con estos métodos.

Algunos proponen operaciones en el cerebro, otros fisioterapia, los cienciólogos tienen sus propios métodos para atrapar a las personas en su secta totalitaria. Las víctimas más fáciles son las personas que sufren.

- ¿Qué formas de rehabilitación le parecen eficaces?

- Precisamente en Moscú existen muchos grupos de autoayuda. Primero apareció el de los Alcohólicos Anónimos, luego empezaron a unirse los drogadictos, los ludópatas, los adictos al sexo y otros dependientes. La terapia colectiva es un método muy eficaz para solucionar este tipo de problemas.

Cuando el individuo llega al grupo de autoayuda, pretende justificar su propia dependencia. Sin embargo, se da cuenta de que hay personas que tienen el mismo problema pero ya se encuentran bien, mientras él está mal. La terapia colectiva ayuda a empujar a la persona a buscar una solución individual para encontrar nuevos valores en la vida.

Un amigo mío, antiguo alcohólico y un gran escritor, dijo una cosa muy importante: “Quería dejar de beber para convertirme en otra persona. Resultó que tenía que convertirme en otra persona para dejar de beber”. Lo mismo se puede aplicar a la drogadicción.

Entretanto, es necesario dejar de politizar la narcología. No hace falta subir a la tribuna y prometer salvar la nación. Lo importante es ayudar a una persona concreta en una situación concreta.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

 

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