Cusco celebra la vida y espera el “Santuranticuy” este 21 de diciembre

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Vicky Peláez - Sputnik Mundo
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Todos los cusqueños tendrían que estar buscando refugios para sobrevivir a la tan mundialmente publicitada catástrofe mundial que se llevaría a efecto este 21 de diciembre, pero no, aquí no hay nada de eso y casi ni se ha mencionado el asunto.

Un pueblo sin tradición es un pueblo sin porvenir  (Alberto Lleras Camargo, 1906-1990)

Todos los cusqueños tendrían que estar buscando refugios para sobrevivir a la tan mundialmente publicitada catástrofe mundial que se llevaría a efecto este 21 de diciembre, pero no, aquí no hay nada de eso y casi ni se ha mencionado el asunto.

Lejos de saquear mercados, acumular  víveres y linternas para iluminar la tiniebla anunciada, como ha sucedido en algunos lugares del mundo,  los habitantes del Cusco están ufanados en  conseguir todos los  elementos que desde hace siglos traen los campesinos desde montañas y quebradas para poder armar el pesebre más hermoso  que  cobijará el nacimiento del Niño Manuelito esta próxima navidad.

Para contradecir a los augurios mayas, no solo los curas católicos han dejado el asunto en manos de Dios, el pasado sábado en la noche, los Altomisayoc  quechuas (sacerdotes de la religión inca) reunidos  frente a la explanada del Koricancha, el  que fuera el más venerado templo inca  y consultando a la Capac Nina (gran fuego) y a las hojas de la Mamakoka, concluyeron que los hombres seguirán su destino hasta que la  Pachamama (Madre Tierra)  lo decida y que no está en las manos de los runas (hombres) decir  cuándo ni cómo.

Tan seguros están de que la naturaleza seguirá su marcha  que tienen preparado para este 21 de diciembre la ceremonia ancestral  a la que le llaman el Qhapaq Raymi  al cumplirse el día del solsticio de invierno.  Al momento de escribir estas líneas,  la multitud reunida en la explanada la fortaleza de Sacsayhuaman,  a tres kilómetros  de la ciudad del Cusco,  está esperando la salida del sol  para ofrendar  con hojas de coca, el fuego del Palo Santo, chicha en medio de oraciones a la Madre Tierra, a los Apus, Aukis, Wamaníes y todas sus illas (divinidades) para agradecerles la llegada  de una nueva etapa en la vida del hombre.

El pasado sábado, mientras  los sacerdotes quechuas  se reunían,  muy cerca del lugar, los curas del  templo de Santo Domingo  (ex Coricancha), construido sobre las bases  de los muros incas, armaban un pesebre gigante y  proyectaban  un acto para la noche del 24 donde se vería en pantalla gigante cómo se festeja  las navidades en diferentes partes del mundo. Tal es la magia de esta ciudad  de piedra, donde los habitantes conviven entre el pasado y el presente,  cuidando celosamente de que sus antiquísimas tradiciones  no se las lleve la globalización cultural que viene afectando el futuro del mundo.

Como se ve todo sigue en marcha y en estos días los cusqueños se vienen preparando  para las fiestas navideñas,  especialmente para el Santuranticuy  que hace la delicia de los niños porque es la gran feria de regalos, pero no de aquellos  que uno puede comprar en las tiendas comerciales, son tan especiales que muchos las califican como verdaderas obras de arte y de imaginería.

Se podría decir que es la feria más grande de arte popular y costumbrista del Perú. El  Santuranticuy se realiza cada 24 de diciembre en la Plaza de Armas y data desde la época de la colonia española, aunque muchos ponen en duda esto y sostienen que sus orígenes datan desde muchos antes.

A pesar de la imposición de la religión católica los andinos no olvidaron sus tradiciones religiosas, manteniéndolas casi en forma escondida. La naturaleza, para ellos, tenía sus propias representaciones espirituales: el Apu, espíritu del cerro; la Pachamama, la tierra y el Inti, el Sol como divino hacedor.

Se dice que poco después de que la conquista se afianzó y cuando quedó instaurada la colonia española en Perú, aquí en la ciudad del Cusco, tras la caída del incanato y cuando los quechuas ya habían supuestamente “asimilado” la religión católica, se comenzó a celebrar el Santuranticuy  en las plazas y mercados de cada pueblo. Traducido al español significa “la compra de santos”. Santu: Santo/ Ranticuy: Comprar.

En esta feria que data pues de siglos se dan cita centenares de artesanos provenientes desde distintos lugares del Cusco y otras regiones del país. Allí desde muy temprano y en medio de una vorágine de colores y formas, los artesanos exponen originales obras fruto de todo un año de trabajo. Madera, cerámica, metales, plumas, piedras, telas, hojas de  plantas etc., es utilizado como medio de expresión para dar vida a miles de diferentes juguetes, adornos navideños como, reyes magos, vírgenes, angelitos y todo aquello que pueda formar parte de los pesebres de los hogares cusqueños.

Antiguamente, en el Santuranticuy  se vendían también los helechos y plantas que  incluyen la salvajina, paja, pampa pasto, platinillo, cascarilla, champa, canlli, entre otros. Toda una fiesta de colores y aromas destinados al niño que va a nacer esa noche.

Pero desde hace unos años, y por la gran presencia de artesanos, la venta de estos y de  juguetes modernos se ha trasladado a otras plazas cercanas. En la Plaza de Armas, corazón del Santuranticuy. Allí se puede hallar entre otros Cerámica Decorativa, Imaginería, Trabajos en Madera y corteza de árboles, Miniaturas y filigranas, Cerería Artística, Alto Relieve, Platería, Trabajos en Piedra, Trabajos en cuero, Escultura, Pinturas de la Escuela Cusqueña, Niños Manuelitos  y Trabajos en Flores Secas.

Cabe decir que no es extraño que por el valor de estas obras,  lleguen desde diferentes partes del mundo personas interesadas en adquirirlas para sus colecciones o también para negociarlas. Pero en el Santuranticuy  hay un personaje central muy importante para la tradición cusqueña: El Niño Manuelito

Muchas  crónicas  escritas en la colonia,  alrededor del siglo XVII, relatan que los curas españoles, recorrían el territorio conquistado tratando de catequizar a los quechuas. Justamente en épocas de Navidad, que coincidía con el Qhapac Raymi de los incas, les hablaban de Enmanuel, el niño que nació en Belén y cuyo nombre quiere decir “Dios con nosotros”.

Desde entonces se dice que “Enmanuel” se convirtió en “Manuelito”, aquel niño Dios que es venerado  hasta hoy con profunda devoción en los hogares cusqueños pero donde también no se olvida las costumbres ancestrales.

El Niño Manuelito es muy hermoso. No es rubio, tiene su cabello ensortijado. Unas veces tiene pocos meses de nacido y otras es un adolescente. Los hay riéndose y en otras derrama una lagrimita de cristal pues tiene un espinito clavado en su diminuto pie. Su imagen ha sido creada por los artesanos en diferentes actitudes, algunos tienen chapitas, en otras lleva la vestimenta típica del país con chullo de colores (gorro) y ojotas (sandalias). También están los Manuelitos con ricas vestimentas especialmente doradas. Los hay con piel cobriza y con los brazos abiertos. Algunas veces está pensativo y risueño, gateando, tendido de espalda o de costado.

De acuerdo a la tradición cusqueña la hija menor de la familia es la heredera del Niño Manuelito familiar al que consideran una joya, y realmente en muchos hogares se puede encontrar Manuelitos que datan de siglos.

Es tiempo de lluvias aquí en la zona Sur andina del Perú, pero el Santuranticuy no se detiene así caiga un diluvio, sin embargo,  desde hace años, la naturaleza permite a los cusqueños acudir al famoso Santuranticuy durante la mañana, y luego tras el medio día cae un chaparrón. Para ello los artesanos tienen listos sus toldos de plástico y así proteger sus puestos de venta.

Es muy importante recalcar que  esta feria está al alcance de todos los bolsillos, pues hay artesanías traídas desde las más lejanas comunidades indígenas  ubicadas en Arequipa, Puno y Bolivia y que conforme pasa el día todos los productos bajan de precio ya que los artesanos no quieren regresar a sus pueblos con sus productos  pues solo se venden una vez al año.

El Cusco o Q’osco como era llamado en el tiempo de los incas era considerado en ese tiempo como el “ombligo del mundo”, en el Santuranticuy retoma ese calificativo pues miles de turistas llegan especialmente para visitar la famosa feria y también para asistir al ancestral Qhapaq Raymi donde recibirán la energía de la Pachamama en los primeros rayos de sol y tras la larga noche del solsticio.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

 

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