Bobby Fischer, un genio indomable y enigmático

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El 9 de marzo de este año se cumplió el 70 aniversario de natalicio de Robert James Fischer, el ajedrecista más brillante de la historia, según algunos expertos.

El 9 de marzo de este año se cumplió el 70 aniversario de natalicio de Robert James Fischer, el ajedrecista más brillante de la historia, según algunos expertos.

Con sólo 14 el adolescente prodigio se convirtió en campeón de Estados Unidos y con 15, en "gran maestro" y aspirante a la corona. Sin embargo, no subió al 'trono' hasta 1972, dado que en el torneo de 1967, donde lideraba con una gran ventaja, decidió boicotear a los organizadores de las competiciones.

Algunos creen que era uno de los ajedrecistas con más talento del mundo, mientras que otros insisten en que no era sino un egocéntrico, un solitario impredecible y una persona psíquicamente desequilibrada.

Su cerebro contenía increíbles volúmenes de información. Lo sabía todo sobre el ajedrez, estudió ruso sólo porque era la lengua que hablaban Mijaíl Botvinnik, Vasily Smyslov y Mijaíl Tal.

Jugando al “ajedrez total”

Se solía decir que Fischer jugaba al “ajedrez total”. Sentía hasta tal punto la armonía de la posición, colocaba con tanto arte las piezas sobre el tablero, que siempre conseguía encontrarse en el lugar perfecto en el momento perfecto. Sus rivales acababan creyendo que no era una persona de carne y hueso, sino un robot que los paralizaba con la potencia de su intelecto.

Durante las partidas se inclinaba sobre la mesa, fijando la mirada ardiente en las piezas de su rival. Parecía un brujo lanzando un conjuro.

Su vertiginoso ascenso hacia la cima de la fama empezó en 1970, durante un torneo de pretendientes contra Mark Taimánov que dejó atónito al mundo del ajedrez. Nunca había ocurrido que uno de los ajedrecistas más brillantes cosechase un rotundo fracaso de 6:0.

Al volver a la URSS Taimánov fue incluso acusado de traición. El apoyo vino por donde menos se esperaba: Jorgen Bent Larsen perdió contra Fischer con el mismo vergonzoso resultado, 6:0. Dado que a un danés nadie lo consideraría sospechoso de conspiración con los capitalistas, los perseguidores de Taimánov tuvieron que retractarse.

El inicio del torneo de pretendientes contra Tigrán Petrosián fue muy intenso, pero el excampeón del mundo aguantó sólo cinco partidas, tras lo cual todo volvió a repetirse, ganando Fischer cuatro partidas seguidas.

Antes de enfrentarse a Boris Spassky, Fischer formuló ante FIDE exigencias de todo tipo y el ajedrecista soviético tenía todos los motivos para abandonar el lugar de celebración del torneo. Se rumoreaba que se había quedado por dinero. Sea como sea, deberíamos agradecerle que aquel torneo se celebrara.

El inicio del torneo fue confuso, en la primera partida Fischer perdió y no se presentó en la segunda. Pero después Spassky tuvo que rendirse en siete ocasiones y todo acabó con la victoria de Fischer, 12,5:8,5, de modo que no hicieron falta más partidas.

Un reino sin rey

Tres años más tarde Fischer tenía que luchar por el título del campeón del mundo y formuló a la FIDE 63 condiciones. Como una quedó sin ser cumplida, “renunció al trono”. Anatoli Kárpov se convirtió en campeón, sin haber hecho siquiera un movimiento.

Durante casi cuatro décadas los aficionados se estuvieron preguntando por qué Fischer había abandonado el ajedrez de buena voluntad. Los términos de la psiquiatría serían bastante idóneos para explicarlo. Pero la explicación más acertada parece ser la ofrecida por Mark Taimánov: para Fischer el ajedrez era el sentido de la vida, era su ambiente, de modo que el título del campeón iba más allá del mero reconocimiento de sus méritos, es como si concediera estatus legal a su condición de mesías en esta actividad.

Y si el juego constituía el único valor de su vida, él -como rey- había de ser intachable en el tablero. Tras convencerse a sí mismo de que siempre tenía que ser el primero, el ajedrecista asumió una carga tan pesada que acabó por doblegarse bajo su peso. Y la pasión hacia el ajedrez tan característica para el joven Fischer, sucumbió ante el miedo, miedo hacia el juego y no hacia un rival concreto.

Tomarse la revancha

Unos 20 años después de que Fischer ganara la corona, se celebró la llamada partida revancha: Fischer contra Spassky. Sin embargo, la euforia producida por el retorno del gran ajedrecista dio lugar a una profunda desilusión. Fischer estaba cambiado, años de abandono habían marcado su físico y, lo más importante, su estilo profesional. El mundo vio a un "gran maestro" envejecido y débil, de técnica anticuada.

No consiguió recuperar la fama de antaño, dado que su rival ya no entraba en los cien más brillantes del mundo. Al jugar en Yugoslavia, el ajedrecista infringía la prohibición vigente en EEUU. Como además no había pagado impuestos, en su país sería enviado a la cárcel. Nunca volvió a Estados Unidos, y se instaló en Budapest.

No dejó de comportarse como un genio incluso después de haber dejado la profesión. Se aseguró un lugar especial en la historia de ajedrez no sólo como jugador, sino también como inventor del “reloj de Fischer”, un reloj digital que, además de descontar los minutos con normalidad, añadía tiempo cada vez que se jugaba un movimiento. De esta forma los jugadores evitaban tener que realizar los últimos movimientos a toda prisa.

El segundo invento era el llamado “ajedrez aleatorio de Fischer”, una variante, en la que la posición de salida de las piezas se determina aleatoriamente, aunque con ciertas restricciones. De esta forma se aseguraba el futuro del juego. Los grandes maestros a veces juegan al ajedrez de Fischer, se han celebrado varios campeonatos del mundo aunque, sin embargo, no han tenido estatus oficial.

La vida privada del Gran Maestro Fischer

En el camino de Fischer se cruzaron muchas mujeres, pero él no quiso vivir su vida al lado de ninguna. En 1990 conoció a la ajedrecista húngara Petra Stadler, que solía visitar con frecuencia su casa en Los Ángeles. Según contó la mujer, su romance acabó en nada, porque Fischer la cansó con su antisemitismo. A pesar de que sus padres eran judíos, el propio ajedrecista era un antisemita beligerante.

A principios de los noventa desaprovechó otra oportunidad de casarse. La joven húngara, Zita Raichani, de tan sólo 17 años de edad, quedó tan impresionada por las partidas del excampeón del mundo que se atrevió a escribirle una carta. El ajedrecista le contestó un año más tarde. En breve Zita salió para Los Ángeles y su atracción mutua pudo convertirse en algo más sólido.

Zita le sugirió a Fischer que aceptara jugar por dinero y en 1992 se celebró la partida contra Spassky. Fischer ganó más de tres millones de dólares y Zita debió de estar muy contenta por ello. Sin embargo, aquel duelo se volvió un drama: Fischer no podía volver a EEUU por haber roto las condiciones del bloqueo de Yugoslavia. Además en una rueda de prensa escupió sobre la carta de aviso que le había sido enviada por el Departamento de Estado. Tampoco estaba dispuesto a pagar los impuestos.

El destino le había deparado otro golpe: Zita lo abandonó, negándose a ser su mujer a pesar de estar pidiéndoselo casi todos los días.

Un romance difícil

En 2000 se difundió la increíble noticia de que Fischer tenía una relación con la japonesa Miyoko Watai, una famosa ajedrecista varias veces campeona del país, participante en numerosos campeonatos y presidenta de la Federación de ajedrez de Japón.

Se conocieron a principios de los 70, durante una visita de Fischer -entonces reciente campeón del mundo- al país del Sol Naciente. Miyoko tuvo la suerte de jugar con él. Después de años de encuentros esporádicos, llamadas telefónicas y cartas surgió algo más serio. Fischer se mudó a Japón y se instaló en casa de Miyoko.

Al parecer, había encontrado la felicidad, pero poco tiempo después aparecieron los rumores de que una amante suya, la filipina Marylin Young, había tenido una hija. Aunque el nombre de Fischer figuraba en calidad de padre en la partida de nacimiento de la niña, él no lo consideraba importante y no estaba dispuesto abandonar a Miyoko.

Ocultaban su relación, pero un incidente ocurrido en verano de 2004 reveló el secreto a todo el mundo: al intentar viajar en avión a Filipinas, Fischer se enteró de que su pasaporte estadounidense estaba anulado. Puede que hubiese sido por estar pendiente un proceso judicial contra él o por haber apoyado el terrible atentado del 11-S. Fue arrestado y conducido a la cárcel a la espera de la deportación.

La primera en apoyarle públicamente fue Miyoko, quien llamó a la opinión pública internacional a salvarle y a concederle asilo político en algún país. Poco después se supo que la pareja quería casarse y que Fischer se lo había pedido desde la cárcel.

Las oraciones de Miyoko fueron oídas y en 2005 Islandia decidió concederle a Fischer asilo político. Al ser puesto en libertad, enseguida voló a Reikiavik. El mundo contempló como este hombre de enorme estatura que llevaba una espesa barba se bajaba tambaleándose del avión lanzando maldiciones contra Japón  y Estados Unidos. A su lado avanzaba la fiel y frágil Miyoko que tanto había luchado por su liberación.

Esta historia tampoco tuvo un desenlace feliz: en Islandia Fischer vivió menos de tres años. Le fue diagnosticada una grave enfermedad, una insuficiencia renal. Necesitaba ser operado, pero se negó. Murió en 2008 en el hospital y fue enterrado en un cementerio católico a 50 kilómetros de la capital del país. Tenía 64 años, el número de casillas en un tablero de ajedrez.

Vinieron a despedirse de él Miyoko Wasai y algunos amigos islandeses. No apareció ningún representante de Estados Unidos ni de los medios de comunicación. Ésta fue la voluntad de Fischer, se vengó de su patria y de la prensa por, según creía, la injusticia cometida.

La espinosa cuestión de la herencia

Después de la muerte de Fischer empezó la pelea por su herencia, cerca de dos millones de dólares, dado que no existía ningún testamento. Se refería a Watai como su viuda y ella lo confirmaba con el contrato de matrimonio. Sin embargo, no quedaba muy claro si la “boda en la cárcel” había de considerarse legal, dado que Fischer no disponía de documentación. Además, en las entrevistas reconocía haberse casado para poder salir de la cárcel.

Estaba también la pequeña niña filipina, Jinky, a la que Fischer, según su madre, enviaba sms con regularidad. Les ayudaba económicamente y Marylin Young solicitó pruebas de paternidad, para poder aspirar a la herencia del ajedrecista. La Corte Suprema de Islandia decretó la exhumación del cuerpo de Fischer, para que se realizara la prueba del ADN. El resultado fue negativo.

En 2011 el proceso que había durado 3 años, por fin acabó. Se reconoció la legalidad del matrimonio de Fischer con Miyoko Watai y se la reconoció como la única heredera de su patrimonio. La justicia acabó triunfando.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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