Irán exige reconocer su derecho a enriquecer uranio

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Una nueva ronda de negociaciones sobre el controvertido programa nuclear iraní entre la República Islámica y el Sexteto de mediadores internacionales (Rusia, EEUU, China, Francia, Gran Bretaña y Alemania) se celebró el pasado fin de de semana, 6 y 7 de abril, en Almaty (Kazajstán).

Una nueva ronda de negociaciones  sobre el controvertido programa nuclear iraní entre la República Islámica y el Sexteto de mediadores internacionales (Rusia, EEUU, China, Francia, Gran Bretaña y Alemania) se celebró el pasado fin de de semana, 6 y 7 de abril, en Almaty (Kazajstán).

La información sobre los resultados es muy escasa. Ha trascendido, por un lado, que las conversaciones fueron “constructivas y productivas”. Pero también se ha dicho  que las partes “no consiguieron llegar al entendimiento sobre los temas clave del diálogo” durante el encuentro celebrado. ¿Qué oculta esta fórmula contradictoria? ¿Un fracaso o un éxito inesperado? Las declaraciones hechas al término del encuentro hacen pensar que ni una cosa ni la otra.

Un permiso sólo para amigos

El Secretario del Consejo Supremo iraní de Seguridad Nacional y el jefe de la delegación de negociadores iraníes, Said Jalili, señaló que durante el encuentro se había discutido la posibilidad de que Irán suspendiera su programa de enriquecimiento de uranio. Por lo visto, exagerando la eficacia de las sanciones políticas y económicas impuestas contra Teherán, Occidente continuó insistiendo en que el país asiático detenga todo proceso de enriquecimiento. Es posible que los mediadores hayan exigido también el cierre de la planta subterránea de enriquecimiento de uranio de Fordo.

Esta postura del sexteto no parece razonable. Pero Occidente insiste en ella, no porque realmente temiera que Irán fabricase una bomba atómica. En realidad se trata de un potencial científico en materia nuclear que tienen, por ejemplo, Brasil y Japón. Si las relaciones iraní-estadounidenses fueran buenas, nadie habría prestado atención a sus investigaciones nucleares. Pero dadas las hostilidades entre Teherán y Washington el problema nuclear se convierte para EEUU en una herramienta de presión, mientras Irán lo usa para garantizar  la continuidad del régimen actual ante la posibilidad de una intervención. No es casual, por lo tanto, que Jalili mencionase en su declaración final “ciertos comportamientos que son considerados como signos de enemistad hacia el pueblo iraní”.

Desde luego el Tratado de No Proliferación Nucleares no niega a los países firmantes el derecho a enriquecer uranio. Pero la realización de tal programa en la República Islámica carece de motivación a falta de reservas propias de uranio de tamaño considerable y de reactores nucleares más allá de la única central nuclear de Irán, Bushehr (pero el combustible para la planta será suministrado por Rusia durante todo el período de la explotación de la misma siendo obligada la República Islámica a devolver el combustible usado a Rusia, a fin de evitar su utilización con fines militares). Tampoco lo justifican los programas de investigación que se desarrollan en el Reactor de Investigación de Teherán, donde el uranio enriquecido al 20% se emplea para producir isótopos médicos: esta planta fue puesta en marcha en 1968 y durante estos años se debió de acumular una cantidad suficiente del uranio enriquecido. De ahí que el proceso de enriquecimiento de uranio en Irán hace sospechar que el programa nuclear de Teherán puede tener una vertiente bélica.

Salida del círculo vicioso

Formalmente Irán acepta dejar de enriquecer uranio, acatando las resoluciones de la ONU (Organización de Naciones Unidas), con la finalidad de recuperar la confianza de la comunidad internacional. Pero a cambio Teherán exige que se reconozca su derecho a hacerlo. Estas exigencias, a su vez, contradicen las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU ya aprobadas y, como consecuencia, no pueden ser aceptadas por la comunidad internacional.

No obstante, existe una salida para este círculo vicioso: pactar con Irán un techo máximo del enriquecimiento hasta el 20%. En este caso los iraníes ya no tendrían motivo para plantear la cuestión de levantar el límite máximo, por ejemplo,  hasta el 60%.

Esta es la principal meta de la comunidad internacional, ya que de esta manera se establecerían unos límites claros para el desarrollo del programa nuclear iraní. Todo lo demás –el número de centrifugadoras, el volumen de producción de concentrados de uranio y otros detalles– no es relevante.

Existiendo este límite de enriquecimiento la República Islámica no podrá crear una bomba atómica. Sólo faltaría diseñar mecanismos de control en las instalaciones nucleares iraníes por parte de los inspectores del Organismo Internacional de Energía Atómica  para que el límite no se exceda. Teherán está dispuesto a colaborar en este sentido, lo cual prueba que su programa nuclear es pacífico.

El diálogo se congela

Mientras tanto el grupo 5+1 presentó a Irán una oferta que establece la suspensión de las actividades de enriquecimiento de uranio al 20%  y el acceso de los inspectores internacionales a la base militar de Parchin. A cambio, proponían atenuar ciertas sanciones sobre el comercio del oro y el sector petroquímico, que estrangulan a la economía iraní. Este planteamiento, inadmisible para Teherán, frenó el proceso negociador desde el principio.

Las conversaciones concluyeron sin avances importantes a pesar de que Occidente tenía una posibilidad real de conseguir el acceso a la base en cuestión a cambio de unas concesiones razonables. Pero ahora, en vísperas de las elecciones presidenciales en Irán, es impensable continuar con el diálogo, que se quedará congelado hasta la investidura del nuevo jefe de Estado en agosto.

Irán dará comienzo el próximo 7 de mayo al registro de candidatos para las elecciones presidenciales del 14 de junio, pero a fecha de hoy 20 exfuncionarios han expresado su interés en postularse para los comicios. Entre ellos hay muchos de los políticos iraníes más destacados pero hay tres favoritos del sector conservador y fiel al régimen.

Se trata del denominado "Comité 2+1", que agrupa al diputado y expresidente del Parlamento Gholam Ali Hadad Adel; al asesor del líder supremo Ali Velayati y al alcalde de Teherán, Mohamad Baqer Qalibaf. Los candidatos declararon que en breve anunciarán cuál de los tres será el candidato de consenso del entorno más cercano a Jamenei.

Los reformistas quieren concurrir a las votaciones bien con Mohamed Jatami o con Akbar Hashemi Rafsanyani, ambos expresidentes. Pero aún así la oposición no tiene muchas posibilidades de ganar las elecciones. Lo más probable es que los conservadores se mantengan en el poder, aunque es de esperar que el futuro presidente de la República Islámica esté más abierto al diálogo con Occidente que Mahmud Ahmadineyad. En este caso habrá ciertos avances hacia la solución del problema nuclear iraní.

Sin embargo, mucho dependerá de la postura de EEUU. Si Washington acepta cambiar la táctica y en lugar de endurecer las sanciones contra Irán aprueba elevar el límite de enriquecimiento hasta el 20%, las negociaciones seguirán adelante, lo cual sería muy deseable para sus socios europeos. En el caso contrario la comunidad internacional seguirá viviendo bajo la amenaza de una crisis nuclear de consecuencias impredecibles.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

 

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