China quiere relaciones equitativas con EEUU

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Seguramente, tardaremos en saber lo importante que ha sido la reunión de los líderes de las dos superpotencias de la actualidad: los presidentes de EEUU y China, Barack Obama y Xi Jinping.

Seguramente, tardaremos en saber lo importante que ha sido la reunión de los líderes de las dos superpotencias de la actualidad: los presidentes de EEUU y China, Barack Obama y Xi Jinping.

Las negociaciones empezaron el pasado sábado y se celebraron a puerta cerrada durante dos días.

El anunciado objetivo de las negociaciones es la búsqueda de un nuevo modelo de relaciones bilaterales. Por supuesto, se intentará encontrarlo, pero es poco probable que sea cuestión de un par de días. Más bien, lo contrario. Iremos conociendo muy poco a poco los detalles de esta histórica reunión en la mansión Sunnylands en California.

Una histórica reunión en California

Nunca en la historia de las relaciones entre EEUU y China ha habido citas de este tipo: los líderes se reúnen en un distendido fin de semana libre de todo protocolo. Para este histórico acontecimiento se ha elegido, como no podía ser de otra forma, un histórico y muy aislado lugar. La casa no es una residencia oficial de los presidentes de EEUU, es propiedad de la Fundación Annenberg. Sin embargo, tanto la Fundación como la mansión Sunnylands tradicionalmente han sido “territorio republicano”. Allí descansaron con un grupo de amigos Richard Nixon y Ronald Reagan, y hubo visitas de Margaret Thatcher y otros políticos. En otras palabras, el demócrata Obama se ha adentrado en territorio republicano.

Es bien conocido que los principales avances en las relaciones entre Washington y Pekín se han conseguido gracias a representantes del Partido Republicano. Incluso George Bush hijo, que podía cometer algunos errores en la política exterior, nunca ha provocado a China en serio. De modo que hay cierto simbolismo en el lugar de la reunión.

La pregunta que surge inevitablemente es si tan necesario es un avance en las relaciones bilaterales. Lo es, sin duda alguna. En toda la avalancha de materiales que se han publicado en esta ocasión se señala que ambas partes sienten profundo descontento por el estado actual de las relaciones bilaterales. Se ha producido una especie de crisis y han de tomarse medidas que ayuden a cambiar la situación. Y para ello era imprescindible una conversación larga y seria.

La política asiática de Hillary Clinton debería tener continuación

Todas las cumbres son iguales: se redacta una lista de problemas que han de tener solución, Estados Unidos, por ejemplo, le echa en culpa a Pekín que desde su territorio se lancen ataques cibernéticos contra páginas estadounidenses de importancia estratégica, etc. Sin embargo, al acudir la semana pasada a Pekín para preparar la futura reunión el asesor de Seguridad Nacional del presidente de EEUU, Thomas Donilon, Xi Jinping le explicó que le gustaría discutir con Barack Obama el nuevo modelo de relaciones bilaterales y rechazó la agenda ya preparada.

En esta situación suelen surgir dos preguntas, ¿cuál es el nuevo modelo y por qué ya no sirve el antiguo? Ambas partes parecen estar completamente conscientes de la necesidad de cambiar algo.

La exsecretaria de Estado, Hillary Clinton, ha promovido una postura muy sopesada, conocida como “reorientación de EEUU hacia Asia”. Y éste es el eje de la política exterior de Obama: menos atención a Oriente Próximo y más a Asia, donde ha llegado a dominar China mientras EEUU estaba fracasando en otros rincones del mundo. Ahora se está cumpliendo el propósito de mover el 60% de las fuerzas estadounidenses a la zona del Pacífico y se sigue la línea de comportamiento de la secretaria Clinton, que consiste en expresar apoyo a todos los países asiáticos que tengan pretensiones territoriales o de otra índole hacia China.

He comentado en otras ocasiones que dicha política parece lógica, pero únicamente mientras el equilibrio se mantenga y los países de la región sientan que pueden beneficiarse manteniendo el equilibrio entre Washington y Pekín. La situación cambiaría si en vez del equilibrio surgieran tensiones que amenacen con provocar una guerra.

Todo parece indicar que este guión desfavorable es más que real: los chinos se han dado cuenta de que últimamente en la región han estallado numerosos conflictos territoriales, ninguno de ellos iniciado por Pekín, y los países enfrentados con China cuentan con el apoyo de EEUU.

En la página de la organización China-US Focus se puede encontrar un análisis más pormenorizado de la situación. Uno de los principales materiales, redactado por un estadounidense, indica que de la política de “reorientación de EEUU hacia Asia” ha desencadenado una crisis geopolítica y geoestratégica en toda la zona. Todos temen una guerra y el colapso económico que provocaría. Existe demasiado empeño en la realización del plan y se necesitan urgentemente unas correcciones.

Al mismo tiempo, la interdependencia económica de Estados Unidos y China no ha desaparecido. El volumen del intercambio comercial entre estos dos países supera los 1.000 millones de dólares, las inversiones chinas en la economía estadounidense crecieron el año pasado en unos 6.500 millones de dólares. Eso sin contar un billón de dólares que EEUU le debe a China.

¿Y qué le podría proponer China en vez de la política promovida por Clinton? Los expertos de China-US aseguran que Washington debería marcharse de la región, pero no parece muy probable.

De lo poco que se sabía de la postura de Pekín en vísperas de la cumbre, llamaba la atención de idea de Xi Jinping de definir los intereses “primordiales” de Pekín en la región que no deberían ser vulnerados: en primer lugar están las cuestiones territoriales. El resto de los asuntos podrá ser negociado sin que peligre la economía ni la seguridad mundial.

Curiosamente, esta idea incluso en vísperas de la cumbre provocó esa furia tan característica para la mentalidad norteamericana. Michael Auslin, de Foreigh Policy, que por lo visto no se ha dado cuenta de que el mundo ha cambiado en los últimos años, opina que Barack Obama “regala” en vano dos días de su tiempo al líder de un país que no comparte ni valores ni intereses políticos con Estados Unidos. El investigador Michael Richardson publicó en un periódico japonés un artículo en el que se pregunta si no serán los intereses “primarios” de Pekín demasiado amplios. En su momento sólo figuraba entre ellos Taiwán, pero hoy también se han incluido el mar de China Meridional y otros mares vecinos.

Recordemos que durante el mandato del anterior presidente de Estados Unidos Moscú ofrecía a Washington el mismo modelo de relaciones bilaterales, sugiriendo que el entorno de Rusia sería de su responsabilidad exclusivamente. La idea de Rusia es que el mundo ha de gobernarse por asociaciones regionales, subordinadas sólo a la ONU.

La reacción estadounidense fue muy característica, se empezó (y todavía no se ha acabado) por explicar a Rusia que el mundo ningún país tendrá ninguna esfera de influencia. Ningún país, menos uno, por supuesto.

Lo que se está en juego son las disputas territoriales en el entorno de China, pero los intereses de EEUU están al margen de todo debate. Y Barack Obama tendría que aplicarse a fondo para cambiar esta postura, que es fruto de la época anterior.

De modo que es muy poco probable que próximamente se anuncie la aparición de un nuevo modelo de las relaciones chino-estadounidenses. Aunque no por ello la reunión deja de tener importancia. Y la tiene por la siguiente razón: en Moscú acaba de publicarse el libro 'Rusia y China. Cuatro siglos de interacción'. Los materiales reunidos por el autor demuestran cómo en China se concibe y se aplica una línea política que se transmite de un dirigente a otro. Por lo tanto, no habría que esperar que Xi Jinping olvide su iniciativa en caso de encontrar respuesta a ella. La conversación entre Washington y Pekín sólo está empezando y todo apunta a que será larga.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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