La retirada de tropas extranjeras de Afganistán preocupa a Moscú

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El pasado 6 de agosto, el ministro ruso de Defensa, Serguéi Shoigu, declaró que Rusia prestará ayuda a Kirguizistán, Tayikistán y Uzbekistán para garantizar la seguridad tras la retirada de las tropas extranjeras de Afganistán planeada para el año 2014.

El pasado 6 de agosto, el titular del Ministerio ruso de Defensa, Serguéi Shoigu, declaró que Rusia prestará ayuda a Kirguizistán, Tayikistán y Uzbekistán para garantizar la seguridad tras la retirada de las tropas extranjeras de Afganistán planeada para el año 2014.

El ministro resaltó que la salida de la fuerza internacional preocupa a todo el mundo.

La inestabilidad de Afganistán preocupa a Rusia y sus aliados >>

El mismo día el jefe del movimiento radical talibán, el mulá Omar, prometió luchar hasta que del país salga el último soldado extranjero y anunció que los talibanes no van a participar en las presidenciales fijadas para el año que viene.

La Libertad Duradera en tela de juicio

La negativa de los talibanes de participar en las elecciones no es nada sorprendente. El presidente afgano Hamid Karzai lleva años intentando persuadirle al mulá para negociar reconociendo la constitución actual, pero sin éxito. Aun en 2008 Karzai le prometió al líder del movimiento radical las garantías de seguridad en caso de que volviera a Afganistán y pactara con un diálogo abierto. Pero los talibanes rechazaron esta propuesta. Consideran la yihad un medio más seguro para recuperar el poder en Kabul.

Posteriormente, mostraron la eficacia de esta táctica. A la luz de la declaración del presidente estadounidense de los plazos de la retirada de las tropas internacionales de Afganistán, Washington tuvo que buscar contactos con los talibán para asegurar unas condiciones de salida seguras. Pues no es un secreto que una gran parte del territorio del país, sobre todo en el sur y sureste, en las zonas de concentración principal de las tropas estadounidenses, está fuera del control del gobierno local.

También está claro que EEUU no puede permitir que la salida de Afganistán parezca una huida y la operación antiterrorista con un título resonante Libertad Duradera termine con una derrota. Para evitarlo, no es suficiente declarar que el Ejército nacional y la policía de Afganistán están bien preparados y dispuestos a asumir la responsabilidad por la seguridad dentro del país. Saliendo, hay que dejar espacio y condiciones para un diálogo pacífico entre los afganos beligerantes.

Pero como los talibanes no hacen caso del régimen de Kabul, esta misión es imposible. Al menos mientras esté en el poder Hamid Karzai. Por eso a EEUU no le queda otro remedio que negociar directamente con los talibán sobre las garantías de la seguridad de la retirada de sus tropas. Y sobre el futuro de Afganistán después del año 2014…

Y no es de extrañar que estas negociaciones, iniciadas en Catar, minaron las relaciones entre Kabul y Washington. A finales de junio Karzai amenazó a Obama con negarse a firmar el acuerdo de seguridad estratégica para la permanencia de un número limitado de soldados estadounidenses en el territorio afgano tras la retirada de las fuerzas de la OTAN de este país después de 2014 fuera de la jurisdicción de Afganistán.

Entonces, Obama respondió con la amenaza de retirar las tropas estadounidenses del país por completo. Al día siguiente en Washington fingieron no haber hecho ninguna amenaza, mostrando que por ahora no saben cuántos militares quedarían en las bases estadounidenses en Afganistán después del 2014...

Los talibanes no combaten en Siria

La declaración del mulá Omar sobre la lucha hasta el último soldado extranjero no es nada más que un acto de publicidad, correctamente aplicada y con miras a varios objetivos. El primero es hacerles a estadounidenses huir de Afganistán pagando por ello el precio más caro.

Segundo: hoy en el mundo islámico los retos de los talibanes se venden bien, y la intransigencia respecto a los estadounidenses les traerá más popularidad y más patrocinadores. Pero no nos equivoquemos: los auténticos talibanes, los pastunes afganos, nunca estarán en filas de la yihad internacional. Jamás estarán entre los paramilitares de la oposición siria o en algún otro rincón de Oriente Próximo o del Magreb. Los talibán sigue siendo una estructura político-militar exclusivamente afgana de orientación nacional.

Precisamente esto condiciona la alta probabilidad del regreso de los talibán al poder en Kabul. De una u otra manera. En Washington y en Kabul se dan cuenta de ello. Por eso se siente tan intranquilo Hamid Karzai, cuya única oportunidad de garantizarse su propia seguridad y, si es posible, el éxito de su protegido en las elecciones presidenciales, es obtener las garantías de Washington y, mejor aún, de los talibán. Pero esto parece poco probable.

Las amenazas del mulá Omar sorprendentemente coincidieron en tiempo con las tan oportunas promesas de Serguéi Shoigu de contribuir a la seguridad de los aliados y socios de Rusia en Asia Central, hechas en el curso de la reunión de los ministros de Defensa y del Exterior ruso-italiana celebrada en Roma. Aunque estoy seguro de que ha sido pura coincidencia.

La probable desestabilización en Afganistán después de 2014 se ha convertido en un tema muy frecuente de las discusiones entre expertos. Sobre todo entre diferentes politólogos que se ganan el pan prediciendo la expansión inminente de los talibán fuera del territorio de Afganistán, ante todo hacia el norte, a los países de Asia Central. Pero a menudo estos especialistas confunden a los talibán con los grupos paramilitares que combatieron a su lado, especialmente en los tiempos de la presencia de Al Qaeda en Afganistán: tayikos, uzbekos, turcomanos étnicos, y los contratados de países árabes. Demasiado frecuentemente mencionan el Movimiento Islámico de Uzbekistán que opera en las provincias del norte de Afganistán.

El presentimiento de una catástrofe inminente en Asia Central después de 2014 es un asunto que está muy de moda entre las élites políticas de la región. El único que no comparte este pesimismo es el presidente kazajo Nursultán Nazarbáev, quien declaró en abril pasado que en su opinión los presentimientos de una catástrofe carecen de fundamento. Fue una declaración totalmente opuesta a la postura rusa.

En Moscú “el problema 2014” se considera como una amenaza en sentido más amplio, como la posibilidad de asegurar su propia importancia en calidad de principal garante de estabilidad y seguridad en su “apéndice sureño”.

A esto precisamente se deben las declaraciones del ministro de Defensa ruso Shoigu. Pero, quién sabe, es posible que en Tashkent respondan a su promesa con una cara de sorpresa comentando que no le piden ayuda militar a Moscú, ni la necesitan.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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