Ponomariov, semblanza del rebelde de Slaviansk

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Incluso cuando Viacheslav Ponomariov trabajaba en su fábrica de jabones sus compañeros sabían que por dentro nunca había dejado de ser un soldado. Aun así, él fue el primer sorprendido cuando los partidarios de la federalización lo eligieron como líder de Slaviansk.

Hoy está al frente de esta ciudad del este de Ucrania, que se ha rebelado contra las autoridades que tomaron el poder en Kiev.

Su oficina está ubicada en un edificio fortificado. Sacos de arena, alambradas y hombres armados custodian la entrada a la alcaldía más inaccesible del país. Camina entre los periodistas que le esperan rodeado por cinco hombres armados con metralletas.

Las llamadas desde el gobierno central no le encontrarán al otro lado del teléfono. “Quien manda ahora en Kiev no es un gobierno, es una junta”, declara a un grupo de periodistas. Su sonrisa deja entrever algunos dientes de oro, una gorra cubre su cabeza y en el pecho cuelga una insignia de la Orden de San Jorge, tan característica del ejército ruso. Para muchos vecinos de Slaviansk, Ponomariov es el único que puede protegerlos. “No sé mucho de él, pero desde luego es una persona que siempre va a estar de nuestra parte, sin trampas ni doble lenguaje”, explica Oleg, un vecino que acude cada día a admirar las barricadas que cercan los edificios tomados por los encapuchados leales a Ponomariov: “Ellos son nuestros héroes”.
Ponomariov, quien afirma haber ocupado el puesto de la alcaldesa Nelia Shtepa para defender la ciudad, comprende que es una figura controvertida.

“No todos están con nosotros en esta ciudad, hay quienes dudan y quienes tienen miedo”. Pero ni las amenazas de sanciones de la UE ni los intentos del ejército ucraniano por cercar la ciudad le van a apartar de su objetivo: “Conseguir para nuestra gente el derecho a la autodeterminación”. Las sanciones de EEUU y la UE intentan cercar a una serie de rusos y ucranianos que Occidente relaciona con los acontecimientos en Ucrania, pero Ponomariov se proyecta como un hombre austero y nada preocupado por el futuro económico. Si desde Occidente bloquean una cuenta, recurrirá a otra: “Tenemos nuestros propios banqueros con los que podemos trabajar”.

Cuando Ponomariov nació, un 2 de mayo de 1965, no había frontera alguna entre Slaviansk y Moscú. El paraguas de la URSS agrupaba a todas las identidades que estos días chocan en Ucrania. Aunque su pasado está ligado al Ejército soviético –fue oficial hasta la desintegración de la Unión– hoy niega tener nexos directos con Rusia.

Con la cabeza apoyada en su mano izquierda, donde le faltan dos dedos –que perdió durante su época de soldado–, Ponomariov reitera que la liberación de los observadores de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) solo se realizará mediante un canje por activistas federalistas arrestados.

“Los seguimos considerando prisioneros de guerra y queremos cambiarlos por partidarios de la federalización detenidos por las autoridades de Kiev”, afirma el líder de la ciudad rodeada por fuerzas enviadas contra la región de Donetsk. “En particular, exigimos que liberen a mi vicealcalde, Igor Perepecháenko, cuyo paradero se desconoce”, dijo Ponomariov. Según explica, el Servicio de Seguridad de Ucrania lo secuestró el sábado en el aeropuerto de Donetsk cuando regresaba de Moscú.

Se siente cercado por las tropas ucranianas y ha pedido ayuda al presidente ruso, Vladímir Putin. Sin embargo, niega que Rusia esté detrás de esta revuelta popular, aunque admite sentir el apoyo moral del Gobierno y el pueblo de Rusia: “Es un buen apoyo en el sentido moral”, dijo a Gazeta.ru. Y en este sentido agradece al presidente ruso por su postura ante el conflicto: “Vladímir Vladímirovich, gracias por su apoyo moral. No puedo oír sus palabras, pero a en la distancia entendemos que está con nosotros”.

Sin embargo, quizás el desafío mayor para Ponomariov son las elecciones del 25 de mayo, con las que el poder de Kiev espera legitimarse: “No habrá elecciones”. “La región de Dombás", –promete–, se mantendrá al margen de ese proceso: “Tomaremos todas las medidas necesarias para que las elecciones en el sureste no tengan lugar”.

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