Francia: el final de los mitos

© Luis RivasLuis Alberto Rivas
Luis Alberto Rivas - Sputnik Mundo
Síguenos en
El pulso entre los sindicatos más radicales y el gobierno socialista atenazan a Francia.

El verano social se ha adelantado en Francia a las vacaciones y el país vive jornadas de tensión como consecuencia del pulso entre las organizaciones sindicales más radicales y un gobierno desacreditado, que se resiste a ceder a lo que considera el chantaje de una minoría.

El vital sistema ferroviario francés ha sido paralizado por un grupo de trabajadores que se opone a una reforma que fue aprobada por la mayoría de sus colegas sindicales y que, en definitiva, acabará abriendo la compañía estatal  a la competencia internacional. La SNCF (Societé Nationale des Chemins de Fer) tiene una deuda de más de 44.000 millones de euros. Y, según los especialistas internos y exteriores, necesitaría una reforma como la operada en otros países de su entorno, que además hacen frente a la competencia intereuropea.

Una minoría que se manifiesta por la pervivencia de unas condiciones que trabajadores de otros sectores consideran privilegiadas, pueden bloquear un país entero, pues se trata especialmente del gremio de los conductores.

Hasta hace pocos años, los movimientos de huelga de la SNCF despertaban la solidaridad de sus propias víctimas: los ciudadanos que debían desplazarse cada mañana hacia el centro de las ciudades para trabajar o,  emprender viajes más largos. Pero esa comprensión parece aberse agotado.

Las medidas aplicadas por los últimos gobiernos, derecha e izquierda, han reducido la capacidad adquisitiva de los francesas, a base de impuestos, los recortes sociales se han generalizado a la vez que la industria pierde competitividad y las empresas dejan en la calle a miles de trabajadores. Nadie acepta ya tratamientos especiales.

El Gobierno socialista del Presidente François Hollande parece decidido a no ceder ante las amenzas de bloqueo y llevar adelante sus planes. Esta actitud supondría un hito en este país, donde cualquier reforma de gran alcance, como las hechas en sus países vecinos sobre industrias públicas obsoletas o deficitarias,  siempre han sido paralizadas por temor a la protesta callejera y a perder las elecciones siguientes, ya sean locales, regionales o nacionales.

Hollande eligió a Manuel Valls como Primer Ministro para mostrar ese lado aparentemente duro que a él le falta. Además, Valls cuenta con una mayoría de apoyo popular dentro y fuera de su partido, todo lo contrario del Jefe de Estado, cuyo índice de popularidad helaría a un esquimal.

«Intermitentes del espectáculo»

La firmeza gubernamental se aplica también a otro conflicto recurrente en los veranos franceses, el protagonizado por los trabajadores eventuales de la cultura, actores, técnicos, músicos… que se rigen por un sistema especial de seguro de desempleo y que el ejecutivo quiere también recortar, como ha hecho en otros sectores productivos del país. La nueva norma también fue aprobada por tres organizaciones sindicales y la patronal, pero, como en el caso de los ferroviarios, las organizaciones más radicales se han impuesto.

La consecuencia es que Francia sufre de sus aspectos que conforman su atractivo veraniego: los cientos de manifestaciones culturales que cada ciudad y pueblo organizan durante el estío. Esos festivales, algunos de renombre internacional, como el de Avignon, generan riqueza cultural, pero también económica para las localidades y regiones que los organizan.

Son además la principal fuente de labor para los miles de los llamados «intermitentes del espectáculo», un sector que  ha disfrutado de un tratamiento especial durante años. Este sistema ha servido para beneficiar a unos empresarios que podían contratar temporalmente sin estar obligados a ofrecer puestos definitivos. Un sistema que permite también a los trabajadores  obtener el seguro de paro con una serie de jornadas de trabajo no excesivas y que a algunos les permitía obtener meses de ocio e, incluso, rechazar contratos fijos. Un sistema, enfín, que favorecía a patronos y trabajadores, pero que desangraba también las arcas del Estado, que subvenciona generosamente desde hace décadas la actividad cultural.

Mínima afiliación sindical, máxima conflictividad

Ferroviarios e intermitentes del espectáculo son dos categorías emblemáticas en la sociedad francesa. Dos sectores que según todos los expertos necesitan reformarse, como el resto de los sectores productivos, pero cuya utilización política es ultrasensible.

Gobiernos de derechas y de izquierdas han cedido en el pasado ante estos dos símbolos del país. El actual gabinete parece decidido a terminar con totems y tabúes y a aplicar a estos sectores la misma medicina reformadora que la destinada al resto de las actividades productivas.

Para llevar adelante su política de «dureza flexible», los socialistas deberán también convencer a su ala izquierda, un grupo de unos cuarenta diputados (de los 286 de la mayoría) que no santifican el giro socildemócrata operado por Hollande y aplicado por Valls.

Muchos politólogos franceses no se cansan de manifestar que la radicalidad de algunos sindicatos franceses se debe al escaso número de afiliados con que cuentan. Una excepción francesa si se examina la situación en los países del Norte de Europa o  Alemania, el espejo donde se mira Francia para cualquier compararación. En Alemania, un país con un alto índice de trabajadores afiliados a agrupaciones sindicales,  primero se negocia y después se protesta si no obtiene cierto éxito en las conversaciones con la patronal. En Francia, primero se protesta y se bloquean los servicios, y después se negocia.

 

*Luis Rivas, periodista. Ex corresponsal de TVE en Moscú y Budapest. Dirigió los servicios informativos del canal de TV europeo EuroNews. Vive en Francia desde hace más de 20 años.

 

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK

Lo último
0
Para participar en la conversación,
inicie sesión o regístrese.
loader
Chats
Заголовок открываемого материала