Un año sin Tom Sharpe

© Foto : Walter EgoWalter Ego
Walter Ego - Sputnik Mundo
Síguenos en
Homenaje a Tom Sharpe, “el novelista más divertido de nuestros días”, quien falleciera el 6 de junio de 2013 en España.

La literatura inglesa, desde los ya lejanos tiempos en que el de William Shakespeare apenas si era el nombre de un oscuro actor que también escribía para la escena, ha sido pródiga en autores cuyas obras procuraban generosamente la saludable carcajada de sus lectores.

Al nombre del bardo de Stratford-on-Avon, pueden añadirse los no menos ilustres de Benjamín Jonson, su contemporáneo; el de Henry Fielding, comediógrafo que saltara a la fama por su novela Tom Jones, y el de Oscar Wilde, el dandy sarcástico cuyas frases aún se citan –“Tengo gustos simples. Me satisfago con lo mejor”. “Bigamia es tener una esposa de más. Monogamia es lo mismo”–, y a quien le habría bastado con escribir The importance to be Earnest para tener garantizada la inmortalidad.

En tan glorioso linaje, el nombre de Tom Sharpe no es un añadido de ocasión. Nacido en Inglaterra el 30 de marzo de 1928, se educó en el Lancing College y el Pembroke College, de Cambridge. De su estancia por tales “colleges” saldría el tema de una de sus primeras novelas: “Porterhouse Blue” (Zafarrancho en Cambridge, 1974), que evidencia, como pocas, el apego inglés a las tradiciones por más que éstas entren en flagrante contradicción con la realidad.

En 1951 Sharpe emigró a África del Sur, país en el cual residirá durante una década hasta que es deportado por las autoridades. Ignoramos, valga la confesión, las razones del rechazo. Pero si la literatura que más tarde escribiría es fiel reflejo de sus opiniones sobre los afrikanders, motivos le sobraban a estos para desterrar a quien en tan mala estima los tenía. Y si las figuras del “Konstabel Els”, el “Kommandant van Heerden” y el “Liutenant Verkramp”, los esperpénticos protagonistas de “Exhibición impúdica”, (Indecent Exposure, 1973), son exponentes de la mentalidad y forma de actuar de la policía sudafricana –más allá de la natural exageración que toda obra de humor implica–, la deportación, no cabe duda, fue el más benévolo de los castigos impuestos al futuro escritor.

De vuelta a la neblinosa Albión, Tom Sharpe se dedicaría a la enseñanza y a la narrativa. Sus novelas, en las que combina una trama ingeniosa donde el absurdo “in crescendo” consigue divertir siempre sin concesiones de tipo alguno, y donde el humor oscila del “non-sense” típicamente inglés hasta el chiste negro, sin olvidar el milenario juego de palabras, son el trasunto vital de un escritor que no ha dudado en reírse de sí mismo en tanto inglés, a tal punto que uno se pregunta si alguna vez las autoridades británicas no habrían pensado alguna vez en mandarlo de vuelta a la Sudáfrica de los bóers por él escarnecidos.

Tras el éxito de “Reunión tumultuosa” (Riotous Assembly, 1971), inspirada en sus años sudafricanos, Sharpe se dedicaría estrictamente a la literatura, si bien sus días de magisterio nutrirían muchas de sus páginas futuras. Su extensa bibliografía comprende títulos como “Wilt” (1976), personaje que retoma en otras cuatro novelas: “Las tribulaciones de Wilt” (The Wilt Alternative, 1979), “¡Ánimo, Wilt!” (Wilt on High, 1984), “Wilt no se aclara” (Wilt in Nowhere, 2004), y “La herencia de Wilt” (The Wilt Inheritance, 2009), así como “Reunión tumultuosa” (1971), “La gran pesquisa” (1977), “El bastardo recalcitrante” (1978), “Lo peor de cada casa” (1996) y “Los Grope” (2009), entre otras.

Tom Sharpe –a quien The Times y otros muchos medios consideraron “el novelista más divertido de nuestros días”, calificativo que a duras penas podrían disputarle sus compatriotas y también humoristas P. G. Wodehouse y Ben Elton (durante un tiempo coguionista de los episodios de míster Bean)– falleció el 6 de junio de 2013 en España, donde vivía desde 1995. Aunque cierta crítica puritana desdeñaba sus libros, lo cual parecía importarle poco –“son excelentes conductores de asiento trasero. Saben muy bien adónde hay que ir, pero no tienen ni idea de conducir”, comentó alguna vez–, ello no evitó que fuera galardonado con el Gran Premio de Humor Negro en Francia en 1986, un justo reconocimiento a ese humor negro que prodigó no sólo en su literatura sino también en la vida real.

En efecto, Sharpe se las ingenió alguna vez para ser protagonista de un percance inusitado en los anales de la BBC Television (o de cualquier otra televisora del mundo): durante una presentación “en vivo” fue víctima de un infarto del miocardio, presenciado por millones de espectadores, al que, felizmente, sobrevivió. Acaso no fue ese el mejor de sus chistes; es, en cambio, el más recordado, quizás porque “recordar” –y arriesgo un juego de palabras que, quiero pensar, Tom Sharpe suscribiría–, en su etimología latina (“re-cordis”), es “volver al corazón”.

 

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

 

Releyendo a Chesterton: el hombre que fue jueves

Gallardo: "Naturaleza viva"

El match de la muerte: los alemanes no siempre ganan

México negro y querido: la tercera raíz

Un mexicano y el “Día D”

"Hasta la victoria secret": albures mexicanos

Una modesta proposición (contra el bullying)

Trotsky y Siqueiros: del asesinato y las bellas artes

La caridad como espectáculo

De cómo los rusos ayudaron a Cantiflas

La “novia sigilosa” de Gabriel García Márquez

Las sucesivas muertes y renacimientos del Gabo

Lo último
0
Para participar en la conversación,
inicie sesión o regístrese.
loader
Chats
Заголовок открываемого материала