La guerra no es lo que era

© Foto : Adrián SánchezMuseo Imperial de la Guerra en Londres
Museo Imperial de la Guerra en Londres - Sputnik Mundo
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La guerra no es lo que era. Lejos de cantar las hazañas del Ejército británico, el Museo Imperial de la Guerra (IWM) se ha lanzado a explorar “las causas y consecuencias” de los conflictos bélicos. Eso sí, sin renunciar a los efectos especiales para atraer a cientos de miles de visitantes.

Más de 50 millones de euros ha costado el espectacular “remake” del IWM en Londres, con ese luminoso atrio diseñado por el estudio de Norman Foster, presidido por un caza Harrier que participó en la guerra de Afganistán, un Spitfire de la Segunda Guerra Mundial, un cohete V-1 y un tanque T-34.

Como contrapunto, a ras de suelo, un Land Rover de la agencia Reuters semidestruido por un ataque con misiles en Gaza. Y también, una estatua de Jeremy Deller a partir de los restos calcinados de un coche que hizo explosión durante un ataque con coche-bomba en Irak.

“La época de glorificar las guerras quedó atrás”, certifica el historiador del IWM Nigel Steel. “Ahora estamos más interesados en las causas y las consecuencias, en los orígenes de los conflictos y en su tremendo coste humano”.

En ningún lugar es más visible esa nueva filosofía del IWM, que en las nuevas galerías de la Primera Guerra Mundial que abren sus puertas el 19 de julio, a tiempo para el centenario. En catorce etapas, desde la “esperanza y la gloria” a “la guerra sin fin”, los visitantes tienen ocasión de sumergirse en los horrores de la guerra, incluido un descenso tenebroso a las trinchera.

“Sobre las trincheras sigue pesando el mito de la “carnicería” de la Primera Guerra Mundial, que se cobró más de 10 millones de vidas”, recuerda el experto Paul Cornish. “Pero en realidad, las zanjas evitaron que se produjeran aún más víctimas por la metralla, las balas y el gas mostaza durante el punto muerto del conflicto”.

Los letreros usados en las trincheras, las cartas de los soldados que nunca regresaron y las penurias de la vida en retaguardia desfilan ante nuestros ojos en esta visión “humanizada” de la Gran Guerra, que fue algo así como el “primer experimento letal con armas de destrucción masiva”, según Paul Cornish.

El impacto es tan brutal en el visitante que se hace casi necesario salir a respirar aire y reconciliarse con la vida en el Jardín Tibetano de la paz, erigido curiosamente junto al Museo de la Guerra Imperial en el parque de Harmsworth.

 

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