Las momias de Guanajuato: "Hasta después de muertos somos útiles"

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Luis Fernando Gutiérrez Márquez, alcalde de la ciudad de Guanajuato, anunció que próxima¬mente los guanajuatenses que así lo deseen podrán ser momias por decisión testamentaria.

Así como todo viajero que llega a la ciudad de Guanajuato tiene un destino insoslayable en su agenda, visitar el Teatro Juárez, también tiene otra parada ineludible si quiere presumir haberla recorrido: el Panteón de Santa Paula. Poco importa que no sea 2 de noviembre, celebración del Día de Muertos, o que no tenga un ser querido allí enterrado. La razón es una: visitar el Museo de las Momias.

A pesar de su aura lúgubre, supe del Museo de las Momias de una forma festinada, acaso la mejor forma de hacerlo en un país que tiene un día para agasajar a sus difuntos y rendirle culto a la Muerte. Fue a través de una nota aparecida en un periódico local, que no me resisto a citar “in extenso” pues el tono bufo de la misma no le resta claridad informativa:

Luis Fernando Gutiérrez Márquez, alcalde de la ciudad de Guanajuato, anunció que próximamente los guanajuatenses que así lo deseen podrán ser momias por decisión testamentaria.

“Las momias de Guanajuato forman parte ya del acervo cultural del municipio, por lo que nos parece prudente ir acumulando un fondo para que en el futuro ninguna situación imprevista nos tome de sorpresa”, dijo Gutiérrez Márquez.

El primer edil apuntó que se¬ría poco razonable dejar a los caprichos de la Naturaleza la producción de cuerpos áridos, por lo que se piensa reproducir en un inmueble adecuadamente preparado las condiciones que propiciaron la conservación de los cadáveres en el Panteón de Santa Paula.
“Es por ello que toda perso¬na que desee ser momia podrá exponerlo por escrito ante notario público, con el fin de que a su muerte ingrese en el referido inmueble, donde se espera que en un par de años pueda ser trasladada al Museo de las Momias”.

Gutiérrez Márquez precisó que los gastos por el trámite testamentario y el sepelio de quienes expresen su deseo de ser momias correrán a cargo del municipio, por lo que una vez iniciado el proceso natural de momificación no habrá vuelta atrás.

“No queremos que nos vean la cara y que después del sepelio gratuito alguien venga a reclamar el cuerpo de un familiar. El que muere para momia, momia se queda”, sentenció.

Destacó que se espera que en unos cinco años Guanajuato cuente con momias suficientes para que se exhiban por todo el mundo sin que haya que estar litigando en caso de que algún empresario aprovechado se resista a devolverlas.

“Hasta se podría pensar en exportarlas, lo cual sería muy provechoso para las arcas municipales”, aventuró Gutiérrez Márquez, quien precisó que esa decisión recaería en otros gobernantes a los que pidió tener visión de empresa.

“A nosotros sólo nos queda pedir a los guanajuatenses que piensen en su terruño y en lo que significaría un aumento del fondo de momias. Hay por ahí más de uno que parece una momia en vida y nada les costaría seguir como tal cuando se despidan de este mundo”, concluyó.

La historia detrás de la ficción

Fue el 9 de julio de 1865 cuando unos sepultureros sacaron el cadáver del médico francés Remigio Leroy del nicho en el que yacía en el panteón de Santa Paula para llevarlo a una fosa común. A pesar de que habían transcurrido cinco años desde su muerte, su cuerpo se conservaba intacto para sorpresa de quienes lo exhumaron en apego a una ordenanza municipal: trasladar a los muertos por los que nadie había pagado el importe correspondiente para estar sepultados allí a perpetuidad.

Lo que acaso se pensó fuera un fenómeno aislado de incorruptibilidad se repitió en otros cadáveres desenterrados en aquellos días por idéntica razón; y aunque para muchos guanajuatenses –como para casi todo el mundo– hablar de “momias” suponía remitirse a la historia del Egipto antiguo con sus pirámides imperturbables y sus faraones enfardelados para la vida eterna, no hubo forma de evitar el mismo calificativo para aludir a aquellos muertos que empezaban a convertirse en una atracción para la población local que incluso pagaba a los sepultureros por visitas furtivas al panteón de Santa Paula con tal de verlos.

La proliferación de cadáveres incorruptos que poco a poco se iban desenterrando, el interés que la historia de “las momias de Guanajuato” comenzaba a suscitar más allá de los cerros que limitan la ciudad –coronada en 1972 con la realización de una película en la que “El Santo”, ídolo popular de la lucha libre, se les enfrenta–, llevó a la creación del Museo de las Momias, el cual, con el paso del tiempo, se ha convertido en uno de los más notables atractivos que la localidad ofrece a quienes la visitan atraídos por el misterio de un proceso que replica de modo natural lo que en otras culturas se consigue mediante bálsamos: evitar la descomposición del cuerpo.

Aunque a la fecha se han desenterrado en perfecto estado de conservación poco más de un centenar de cuerpos, continúa siendo un misterio la incorruptibilidad de los mismos: se sabe que pierden todo vestigio de líquido, pero no cómo eluden la putrefacción. Para algunos es resultado de la composición química del lugar en el que fueron enterrados, pero ello no explica que el fenómeno también se presente en cadáveres guardados en compartimientos sin contacto con la tierra. La única certeza que se tiene sobre estos cuerpos, sobre todo por la derrama económica que suponen para las arcas municipales, es que Remigio Leroy y compañía –Juan Jaramillo, Ana María, la Mujer del Camisón, la China, la Bruja y un largo etcétera hasta sumar cerca de ochenta cuerpos actualmente en exhibición, más las 36 “momias viajeras” que se le rentaron al empresario yucateco Manuel Hernández Berlín para su exhibición en los Estados Unidos y tardó más de lo acordado en regresarlas– pueden hacer suya sin complejos y en sentido recto la famosa frase alegórica del comunista y líder estudiantil cubano Julio Antonio Mella, asesinado en México en 1929: “hasta después de muertos somos útiles”.

 

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