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La miliciana Olia: El novio quedó en casa

© RIA Novosti . Mikhail Voskresensky / Acceder al contenido multimediaSituación en la ciudad de Górlovka
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Al contemplar a Olia, una frágil joven de 19 años de la ciudad de Górlovka, nadie se imagina que está frente a una combatiente ya fogueada de las milicias.

Al contemplar a Olia, una frágil joven de 19 años de la ciudad de Górlovka, nadie se imagina que está frente a una combatiente ya fogueada de las milicias. Pero Olia no tiene un aspecto sombrío, aunque confiesa que espera sobremanera la llegada de la paz.

El novio quedó en casa

"La gota que colmó mi paciencia fue Odesa (los hechos del 2 de mayo) cuando comenzaron a quemar gente. Les prendían fuego y se alegraban", recuerda Olia los motivos que la llevaron a integrarse a las fuerzas de la resistencia de la república autoproclamada. Por demás, la decisión no fue tomada de inmediato. "Las premisas surgieron cuando gritaban desde Maidán: ‘Vamos a acuchillar todo el sureste'. En aquel momento esos gritos me estremecieron", señala la joven.

Olia tenía en aquella época un pasatiempo bastante peculiar para su edad: prácticas de tiro al blanco. "Disponíamos de "peémchiki" (nombre familiar de las pistolas Makarov). Con varios amigos íbamos al campo a disparar. Aquello fue suficiente para tomar un arma. Aunque una quiere a veces olvidar esa teoría y práctica. Quitarse la ropa de camuflaje, olvidar todo como si fuese una pesadilla, no ver ni escuchar", expresa la joven combatiente.

Hasta hace pocos meses, Olia vivía en su Artiómovsk natal (vecino de la ciudad de Górlovka), y estudiaba en el colegio una profesión intrínsecamente pacífica: pedagogía musical. Para tener ingresos extras trabajó primero como camarera, más tarde en un complejo cárnico y después como vendedora consultante.

Pero luego a su Donbás natal llegaron quienes no son considerados libertadores, sino ocupantes y enemigos. Y Olia se sumó a las milicias. Por esta razón abandonó incluso al novio, empeñado en convencerla de que esta no era la guerra de ellos y que era mejor hacerse a un lado.

Crónica visual de una guerra fratricida

"Avanzábamos, y no podía evitar llorar"

"Ellos dicen que no lastiman a los civiles, pero con mis propios ojos vi a ordeñadoras a las que habían torturado, cortándoles la piel entre los dedos. No me imagino qué información querrían obtener de estas pobres mujeres, quizás, si conocían a alguien de las milicias y dónde estaban las fuerzas independentistas de Donetsk. Vi como trajeron al hospital de Slaviansk dos cadáveres de milicianos decapitados, a quienes era imposible identificar para informar a sus parientes", recuerda la joven.

"Fui testigo de los efectos de las bombas de fósforo en Semiónovka (aldea de los alrededores de Slaviansk, donde el ejército de Poroshenko empleó por primera vez los proyectiles incendiarios). El espectáculo es pavoroso, porque tienes que quedarte en el vehículo y no puedes hacer nada a causa de los bombardeos incesantes. Y los muchachos que estaban en sus posiciones corren, con las "komki" (camuflaje) en llamas, pero ni el agua ni la tierra ayudan en tal emergencia, ya que el fósforo lo devora todo".

En Artiómovsk Olia integró un "grupo de reacción rápida" de la milicia de los independentistas.

Luego se alistó en la escolta de los camiones cisternas que transportaban combustible a Slaviansk, que cargaban los víveres y los refuerzos. "Quisiera recorrer todo el Donbás en tiempos paz. He estado en todas partes del Donbás, en Slavgorod y en Lugansk, vi lugares hermosos. Incluso aquellos que luego fueron borrados de la faz de la Tierra. Estuve en Krasnodón (provincia de Lugansk), donde fue bombardeada una iglesia. Avanzábamos y no podía evitar llorar. Y entonces decidí que esas bestias no se saldrán con lo suyo y pagarán por todo. Eso que están haciendo no va con Dios, es incorrecto. Los niños, los viejos, no tienen por qué sufrir todo esto", considera Olia.

Un nuevo sentimiento horrible

Luego, tuvo que abandonar su hogar.

Olia acompañaba un autobús con refugiados que viajaban a Rusia. En la frontera le telefonearon: "Tuvimos que retirarnos de Artiómovsk. Junto a la intendencia hay cuatro carros blindados. En la Fiscalía, donde estaba nuestra base ondea la bandera ucraniana. No puedes regresar". Y así fue como Olia fue a dar a Górlovka.

A pesar de su juventud, Olia fue designada jefa política de su unidad. Tres de sus amigos de Artiómovsk, con los que había ingresado en las milicias sacrificaron sus vidas a la causa, en un combate. "Mi madre llora: ¿Qué va a pasar si te matan? Y yo le respondo: Sabíamos a lo que nos enfrentábamos", dice la joven con firmeza.

Olia relata que ya no la inmutan los cañonazos ni los bombardeos, y solo se indigna cuando disparan de noche y no dejan dormir a los milicianos.

Durante tres últimas semanas, según informaciones de RIA Novosti, en Górlovka han perecido más de cincuenta personas durante los ataques de la artillería, y unas 150 han sufrido heridas de distinta gravedad. Incluso el encuentro con Olia fue matizado por otro ataque de la artillería.

A la espera de la ofensiva

"Francamente, para mí ya no existe Ucrania como noción", declara Olia. "Aunque, no podía imaginar que llegaría a odiar de tal manera el emblema celeste y amarillo de Ucrania, y percibirlo como percibían la suástica los nuestros en 1943. Los ves como a los nazis y eso causa temor. Y es que ya no se sabe qué esperar de ellos", dice.

Su sueño es ver por fin liberado su natal Artiómovsk. Olia espera con ansias el día en que las fuerzas independentistas pasen a la ofensiva.

Olia confiesa que ya le cuesta imaginar la vida pacífica. "No hace mucho fuimos a descansar a casa de un miliciano local, e incluso vimos una película. Era tan extraño ver las cortinas, el cómodo sofá. Hacía dos meses que no pasaba por casa. Incluso no sé cómo podré adaptarme a la vida civil después de todo esto, de las trincheras, los bosques, las tiendas de campaña. No me quedará más remedio que poner una tienda de campaña en mi casa", bromea tristemente.

Y pensar que Olia cumplirá el 30 de septiembre tan solo 20 primaveras.

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