Francia: Valls sueña con la vía Schröder

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Luis Alberto Rivas - Sputnik Mundo
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Lo dijo tímidamente en su primera comparecencia televisiva, tras la presentación de su nuevo gobierno: «Alemania hizo importantes reformas en el año 2000».

Manuel Valls, que estrenaba su segundo ejecutivo en cinco meses, no se atrevió a mencionar el nombre del propulsor de esas medidas que sacaron a Alemania del sopor económico. Y no lo dijo porque Gerhard Shröder es en Francia poco menos que un tabú para la izquierda.

Valls, un socialdemócrata convencido y sin complejos, sueña con poder llevar a cabo en su país lo que el Canciller socialdemócrata hizo con las reformas Hartz.

Manuel Valls no lo puede decir alto y claro porque ello equivaldría a ahondar aún más la fosa que le separa de la izquierdista de su partido. Pero tampoco puede hacerlo porque su jefe, el Presidente François Hollande, prefiere seguir jugando con la ambigüedad y pretende apostar por unos equilibrios políticos dentro del Partido socialista (PSF) que, en ningún momento le han dado resultado.

Francia cuenta ya con un nuevo gobierno y pocas nuevas caras. La única sorpresa de talla es el nombramiento de Emmanuel Macron como responsable de Economía e Industria. Este joven (36 años) que tiene todos los diplomas de las principales escuelas de la alta administración francesa, sustituye en el cargo al rebelde Arnaud Montebourg, el iniciador de la fronda contra la línea económica de Hollande dentro de su propio gobierno.

Macron es considerado como un «liberal», una palabra que es casi un insulto para una parte de la izquierda francesa. Ex Secretario General del Elíseo hace unos meses y cerebro de la nueva política económica de Hollande, ha trabajado también como banquero de negocios para la Banca Rothschild. Indudablemente, su elección es acorde con la nueva vía social-liberal del ejecutivo, tras dos años intentando aplicar una política económica más «a la izquierda».

Hollande ha conseguido en esos dos años llegar a los índices más bajos de popularidad de un Presidente francés en el cargo. El desempleo y la desindustrialización son imparables;  los déficits señalan a Francia como el nuevo «enfermo de Europa»; la moral de los franceses está bajo mínimos y ya, a los pocos minutos de conocer su nuevo gobierno, un 82 por ciento de los encuestados por un estudio de opinión consideraba que el nuevo gabinete no conseguirá enderezar la situación de la economía.

¿Elecciones anticipadas?

Hollande fue visto por la izquierda europea como la última esperanza frente a la política de rigor  auspiciada por Bruselas y Berlín. Durante dos años, París ha intentado jugar el papel de Quijote frente a los «austericidas», pero lo que sus ciudadanos han sentido ha sido solo un aumento brutal de impuestos, sin resultados de mejora en el empleo.

Los ex ministros purgados pedían desviarse de la política económica inspirada por la Unión europea. El problema es que Francia no puede pretender ser la segunda potencia comunitaria y saltarse todas las reglas que los países más de las pobres de la UE acatan  disciplinadamente para sanear sus cuentas.

Francia necesita reformas y no se trata de una cuestión de izquierdas o derechas. El país está integrado en una economía mundial y europea que le hacen imposible experimentar, en solitario, otra cosa que no sea la adaptación a los normas de su entorno.

El resto es populismo, y ese camino ya está ocupado en este país por el Frente Nacional, que juega la carta anti-euro, anti-Bruselas y anti-Berlín mucho mejor que los disidentes dentro del PSF. 

Hollande y Valls tienen una nueva oportunidad para enderezar la grave situación que vive su país. A las dificultades estructurales tendrán que añadir la oposición de buena parte de los diputados de su propio partido, de los comunistas, de la izquierda, del centro, de Los Verdes, y por supuesto, de la derecha. Manuel Valls rechaza la posibilidad de disolver las cámaras si su política es bloqueada por la Asamblea y el Senado.

Unas elecciones legislativas anticipadas marcarían una derrota histórica para los socialistas, que perderían casi la mitad de sus escaños. Hollande podría seguir como Presidente en una eventual cohabitación. Con una derecha que busca su líder y se recuperara de sus escándalos y con una izquierda de la izquierda desmoralizada y sin apoyo popular, solo el Frente Nacional puede salir beneficiado de una cita próxima con las urnas.

Especialmente si, como Hollande pretende, el sistema electoral concede más proporcionalidad y refleja fielmente el resultado de los comicios. El FN se convertiría así en una fuerza importante en las cámaras, «robando» muchos votos al centro-derecha, pero también a la izquierda, como ha venido ocurriendo en las últimas elecciones europeas y locales.

*Luis Rivas, periodista. Ex corresponsal de TVE en Moscú y Budapest. Dirigió los servicios informativos del canal de TV europeo EuroNews. Vive en Francia desde hace más de 20 años.

 

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK

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