Francia, el peor alumno de la UE, inicia sus reformas

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Luis Alberto Rivas - Sputnik Mundo
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Francia asume su papel de peor alumno de la clase en la Unión Europea. París ha enviado a Bruselas su proyecto de presupuesto para 2015 que viola, de nuevo, las reglas comunitarias en materia de déficit público, que sobrepasará el 3% del producto Interior Bruto, la cifra tope requerida por la UE.

El déficit del 4,3% del presupuesto francés de 2015 puede acarrear una importante sanción económica de parte de Bruselas, pero aunque este castigo no se lleve a cabo – nunca antes se ha hecho- la censura pública hacia París se hará inevitable y eso es difícil de aceptar también en el Hexágono.

Francia, en su calidad de segunda potencia económica europea y la quinta mundial, se ve así relegada a las últimas filas del aula europea por sus contínuos incumplimientos en el tope de déficit admitido por la UE.

En 2013 — se justifican en París – también España, Italia, Irlanda Grecia, Chipre y Eslovenia le acompañaron en la lista de la verguënza. En 2015, Francia seguirá en el furgón de cola, mientras algunos de estos países habrán hecho ya los sacrificios exigidos por Bruselas.

París y las autoridades económicas comunitarias se han enzarzado en una pelea dialéctica sobre la soberanía fiscal.

Las voces de los socialistas en el poder en París se unen ahora a las de sus rivales políticos de centro derecha y extrema derecha para desafiar a Bruselas en un concierto de declaraciones con elevado tinte chovinista y eurófobo.  Pero para el gobierno de François Hollande la «amenaza europea» supone también una excusa para aplicar las reformas que desde hace más de treinta años se le exigen a Francia.

Hollande, su jefe de Gobierno, Manuel Valls y su  nuevo responsable de economía, Emmanuel Macron, han decidido comenzar el derribo de ciertos tabúes, justificándolo como un esfuerzo para cumplir con las reformas requeridas desde la capital comunitaria.

El que se encarga de lanzar las novedades –y llevarse los palos– es el joven Macron (36 años), ex consejero del Banco Rothschild y considerado como un social-liberal en la jerga peyorativa de la izquierda francesa.

Entre los tabúes que Macron quiere eliminar, por orden de Hollande y Valls, figuran medidas como la de permitir a los comercios abrir más de cinco fines de semana al año, con un límite de doce.

Para cualquier turista extranjero que visite París, no deja de chocar que una de las primeras ciudades turísticas del planeta impida a sus comerciantes abrir sábados y domingos. Miles de turistas aprovechan ese vacío para visitar Londres y dejarse allí los euros que Francia necesita.

Los notarios, médicos y farmacéuticos, entre otras profesiones llamadas «reglamentadas», verán limitados sus ingresos inevitablemente, al aplicarse una cierta liberalización y una reducción de tasas. 

Por ejemplo, muchos productos hasta ahora vendidos en monopolio por las farmacias podrán comprarse  en comercios y grandes supermercados.

Además, otros grupos, como las empresas que gestionan las autopistas de peaje verán también reducidos sus enormes beneficios. El gobierno está dispuesto a eliminar asimismo parte de la selva burocrática que un ciudadano francés debe sortear para poder crear una empresa.

Todas estas iniciativas han sido anunciadas en plena tormenta de acusaciones y amenazas entre París y Bruselas. Sin la presión comunitaria, el gobierno francés habría tenido menos fuerza para imponerlas en una sociedad esclerotizada en algunos aspectos y desfasada ante la realidad del siglo XXI.

Pero esas medidas no serán suficientes para que los fiscales económicos de la UE aprueben la gestión económica de París. Bruselas exige a Francia más recortes económicos. Hollande y Valls anunciaron  un plan de 50.000 millones de euros de recortes entre 2014 y 2017.
Ayudas sociales, sanidad, colectividades locales y regiones contribuirán a la reducción del gasto del Estado. Pero la UE quiere más; exige a la «superpotencia»  francesa que tome ejemplo de otros países socios más pobres, que han utilizado el machete con más decisión para sanear sus cuentas.

El gobierno de izquierdas francés parece pues empeñado en liberalizar una economía que los gobiernos consevadores nunca acometieron, a pesar de llenárseles la boca con la necesidad de aplicarla.

Como en otros países de Europa, es la izquierda la encargada de iniciar el derribo del sistema de protección social que ya no da para más. Algunos han optado por los ajustes brutales, como España; otros han sabido reformar su «paraíso social» sin renunciar  a la protección de los sectores más necesitados ni al equilibrio entre trabajadores y empresas, como Dinamarca.

El problema para Francia es que, para ciertos sectores de  izquierda y de derecha, una cierta reforma ya es mucho. Algunos no quieren aceptar que su modelo está acabado.

*Luis Rivas, periodista. Ex corresponsal de TVE en Moscú y Budapest. Dirigió los servicios informativos del canal de TV europeo EuroNews. Vive en Francia desde hace más de 20 años.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK

 

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