Las seis razones del “ya me cansé” que grita México

© REUTERS / Rodrigo GarridoLas seis razones del “ya me cansé” que grita México
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La desaparición de 43 estudiantes mexicanos ha agitado a la comunidad internacional. Umberto Eco ha mostrado su solidaridad con los familiares y simpatizantes de estos jóvenes.

La sórdida desaparición de 43 estudiantes mexicanos, ocurrida hace ahora dos meses, ha agitado tanto a la comunidad internacional que hasta Umberto Eco, icono de la cultura europea contemporánea, ha mostrado su más profunda solidaridad con los familiares y simpatizantes de estos jóvenes previsiblemente asesinados por criminales organizados y policías corruptos.

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En México el suceso ha abierto una caja de Pandora, cuyos vientos de cólera no sólo sacuden el Estado de Guerrero —el lugar de los hechos y uno de los más violentos del país- sino también toda la República.

La extraordinaria conmoción no cesa y está poniendo en tremendos aprietos al presidente Enrique Peña Nieto, quien cumple ahora dos años de mandato. De hecho, los padres, amigos y compañeros de los muchachos normalistas no cejan en su empeño y ya lanzan proclamas amenazantes, si no aparecen sus seres queridos. “Lo que sigue será un movimiento armado”, anuncian bajo el grito de “Ya me cansé”.

Pero, ¿qué razones subyacen detrás de esta reacción de protesta colectiva que algunos analistas comparan con la de los “indignados” del 15-M en España?

— El hartazgo: Lo que más ha dolido al padre de César Manuel González, de 22 años, es que dijeran que su hijo se merecía lo que le pasó, que es un delincuente o escuchar a un fiscal decir que el joven “es ceniza metida dentro de una bolsa de basura”. Mario César se mueve entre el dolor, la rabia y el asombro por “lo podrido que está México”. Le motiva ver que la céntrica Plaza de Zócalo en el Distrito Federal se ha llenado dos veces con más de 50.000 personas, algo que pocos políticos mexicanos logran.

Pero las manifestaciones no han sido por los 45 estudiantes de Magisterio, sino por los 25.000 desaparecidos en los últimos años, víctimas de una repugnante mezcla de violencia, narcotráfico y corrupción que está desacreditando al país entero.

La movilización ciudadana también tuvo un rápido eco en las redes sociales con 2,7 millones de tuits en un mes con la etiqueta #YaMeCansé. 

— La ineficacia: La inacción, la ineficacia o incluso la ineptitud de las autoridades locales a la hora de dar respuesta a los sucesos han sido fundamentales para desencadenar la ira popular. Las primeras 72 horas suelen resultar decisivas en la resolución de un secuestro masivo. Y en este caso, los organismos encargados de la investigación, y en especial la Procuraduría General de la República (PGR), no actuaron con la necesaria rapidez y coordinación.

Aunque a los dos días del suceso ya se habían practicado las detenciones de 22 policías municipales de Iguala, el entonces alcalde de esa localidad y autor intelectual del delito, José Luis Abarca, tuvo tiempo suficiente para escapar y andar prófugo de la justicia  durante un mes y medio hasta que fue capturado gracias a una denuncia anónima.

En la propia localidad de Iguala ha reinado el caos administrativo pues en estos 60 días transcurridos dos ediles distintos han presidido el municipio sin conseguir controlar la situación. Y lo mismo se puede decir del Estado sureño de Guerrero, donde al vacío de poder se ha unido una ola de vandalismo cuasi guerrillero protagonizado por colectivos afines a los estudiantes que han degradado la legitimidad de la protesta. Ahí están las fotografías de los incendios intencionados o los destrozos del mobiliario urbano. 

Empujado por la presión ejercida tanto dentro como fuera de sus fronteras, el Gobierno federal mexicano ha encargado a forenses argentinos y austriacos que determinen el origen de los restos, quizás porque los forenses nacionales no son lo suficientemente independientes como para hacer un informe ecuánime.

— La impunidad: La tragedia de Ayotzinapa ya se vivió hace casi tres años, cuando tres estudiantes de la misma escuela normal que se manifestaban pidiendo fondos públicos cayeron abatidos a disparos. Habían cortado la Autopista del Sol que une la capital mexicana con Acapulco, importante centro turístico del país, cuando llegó la policía a reprimir la protesta sin contemplaciones. Nadie ha pagado por aquello. Si hubieran actuado entonces los órganos judiciales, no se habrían vuelto a abrir heridas mal cicatrizadas.

Mientras se buscaba a los jóvenes han ido apareciendo hasta 40 fosas clandestinas, con un total de 70 cadáveres. Todo este horror evidencia el grado de represión e impunidad que se vive en el Estado de Guerrero y el sentimiento de impotencia y miedo que mortifica a las familias de los sectores menos favorecidos de la población.

— El narcotráfico: No es aventurado decir que una gran parte de la economía de México está relacionada o se nutre del tráfico de drogas controlado por grupos mafiosos o carteles. Y lo cierto es que el narcotráfico mexicano goza de una excelente salud como atestigua una reciente investigación periodística. Según el diario mexicano El Universal, el cártel de Sinaloa se ha apoderado del mercado de la heroína en Estados Unidos, desplazando a grupos colombianos y afganos. De acuerdo con la DEA, el 50% de la heroína vendida en EEUU ha sido elaborada en México, entre el 43% y el 45% proviene de Colombia y el resto de países asiáticos.

La enorme cantidad de dinero fácil que aporta esta industria ilegal corrompe a policías, funcionarios y políticos, y fomenta la aparición de grupos extremadamente violentos, acostumbrados al asesinato y la extorsión para mantener su cuota de negocio. Algunos de ellos no dudan en utilizar el salvajismo de las decapitaciones en sus luchas sin cuartel.

— El desencanto: El triunfo electoral de Peña Nieto trajo consigo aires de cambio, y promesas que se han ido desinflando. Aunque está reduciendo el paro y manteniendo unas buenas cifras de crecimiento económico por encima de Brasil o Chile, está perdiendo la batalla contra el crimen organizado. Por esa misma razón ha planteado una reforma de su política de seguridad interna con el fin de frenar la “gran consternación” que tanto irrita a sus compatriotas. Queda por ver si esta medida de urgencia será o no eficaz.

En cualquier caso, todas las ONG ya califican de "crimen de Estado" lo sucedido, porque sin duda han participado fuerzas de seguridad públicas. La versión oficial apunta a que el alcalde Abarca dio la orden de detener a los estudiantes para que éstos no enturbiaran un acto de su esposa, también detenida ahora como él y vinculada al crimen organizado. Posteriormente la policía los habría entregada a la banda del crimen organizado Guerreros Unidos, quienes los asesinaron, incineraron y lanzaron los restos a un río. Pero otras fuentes sostienen que los jóvenes siguen vivos, retenidos en las montañas, para ser utilizados como mano de obra esclava. 

— El pasado: Otro elemento clave para comprender algo mejor la situación radica en conocer el trasfondo histórico de los normalistas, un fenómeno muy particular de estas latitudes latinoamericanas. Las escuelas normales rurales son inherentes al proyecto revolucionario mexicano. Están basadas en la idea de llevar la educación al pueblo, idea que brotó con el filósofo y primer secretario (ministro) de Educación Pública de México José Vasconcelos y se materializó en las denominadas misiones culturales.

El objetivo implicaba alfabetizar a las comunidades indígenas y campesinas, pero eso chocaba con la falta crónica de recursos económicos para formar suficientes maestros. Surgió pues la necesidad de crear en la década de los 20 las escuelas normales rurales, alineadas con la concepción de que la educación supone un derecho popular.

Los centros educativos se criaron bajo un ambiente de lucha contra el poder y durante la administración del presidente Lázaro Cárdenas (1934-1940) incluso generalizaron la llamada “educación socialista” bajo la premisa de que para aprender a leer conviene primero haber comido. La escuela de Ayotzinapa aún mantiene esa premisa en su currículo académico.

En resumen, lo más triste de toda esta historia es que, con el paso del tiempo, el hartazgo del pueblo se diluirá de nuevo, de igual manera que pasó con otras revoluciones más sonadas, como la zapatista de 1994, que también atrapó la atención del planeta pero terminó escondida en los libros de Historia.

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