El ministro de Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, viajó la víspera a Irán no solo para discutir la actualidad regional, sino también en busca de nuevos puntos de influencia sobre el país persa, escribe hoy el diario ruso Nezavisimaya Gazeta.
En opinión de Vladímir Sazhin, del Instituto de Estudios Orientales de la Academia rusa de Ciencias, si la República Islámica cumple el pacto con el Grupo 5+1 y su expediente nuclear se traslada del Consejo de Seguridad de la ONU al Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), Moscú podría ver mermada su influencia sobre Teherán.
“El acercamiento de Irán con Occidente apenas es un motivo de alegría para Moscú. Creo que Lavrov viajó en busca de vías para que Rusia eche raíces allí de cara al futuro”, señala el experto.
Antes de que Hasan Rouhani ocupara el cargo de presidente, Rusia fue casi el único interlocutor de Irán. Fue precisamente Moscú quien propuso el plan por etapas para superar el punto muerto en el diálogo nuclear.
El anterior Gobierno iraní ponía muchas esperanzas en que el prestigio internacional de Rusia la ayudase a lograr el levantamiento de las sanciones. Tras llegar al poder el verano pasado, las nuevas autoridades, más moderadas, se dieron cuenta de que el conflicto no se solucionaría sin hacer las paces con EEUU y Europa. Es cierto que el Irán de hoy resulta atractivo para Occidente, pero Rusia tampoco está dispuesta a perder posiciones en el país persa ni en la región.
Según Sazhin, Moscú puede ofrecer a Teherán cooperación en tres ámbitos claves: el espacio (Rusia podría poner en órbita satélites iraníes), la energía (tanto térmica como nuclear) y la defensa. Rusia tiene claras ventajas competitivas en los tres campos, pero la plena cooperación será posible una vez que se revoquen las sanciones.
