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El cohete Angará, una prueba dura pero necesaria para el sector espacial ruso

© Foto : Russian Defense Ministry / Acceder al contenido multimediaVedomosti
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El desarrollo del cohete ecológico ruso Angará ha tenido un coste sin precedentes en tiempo y dinero. Pero sin este proyecto que se remonta a finales del siglo pasado, la industria aeronáutica de Rusia habría perdido la capacidad de crear nuevos tipos de lanzadores espaciales, comenta hoy Vedomosti.

El desarrollo del cohete ecológico ruso Angará ha tenido un coste sin precedentes en tiempo y dinero. Pero sin este proyecto que se remonta a finales del siglo pasado, la industria aeronáutica de Rusia habría perdido la capacidad de crear nuevos tipos de lanzadores espaciales, comenta hoy Vedomosti.

La historia del Angará comenzó en los años 1990, tras la desintegración de la URSS y en un momento en que había incertidumbre sobre el futuro de la base espacial de Baikonur. La idea inicial era diseñar un cohete pesado que sustituyera los Protón criticados por usar un combustible tóxico.

La empresa aeroespacial "Jrúnichev" fue la que asumió la fabricación del nuevo lanzador tras ganar la licitación en 1995. No obstante, dos años más tarde el proyecto sufrió una drástica revisión, después de que la agencia espacial rusa Roscosmos diera la luz verde a la propuesta del fabricante de crear tres tipos del cohete, de clase ligera, mediana y pesada, que incorporasen un número distinto de módulos universales de cohete (URM, por sus siglas en ruso).

El programa no contó con una financiación estable hasta bien entrado el nuevo siglo. Para poder ensayar el cohete, se aprovechó un contrato firmado con Corea del Sur para el diseño del lanzador KSLV dotado de un URM.

El cohete Angará, que logró despegar solo nueve años después de la primera fecha prevista, es uno de los proyectos más costosos en tiempo y dinero de la Rusia postsoviética, destaca Vedomosti.

Al igual que en el caso de otras “obras faraónicas” rusas en el ámbito de las tecnologías (el nuevo submarino estratégico equipado con el misil Bulavá, el caza de quinta generación T-50 o el avión comercial Sukhoi Superjet), su coste aumentaba a medida que se postergaba su plazo de entrega.

Sin embargo y pese a todas las críticas y malos augurios, el lanzador espacial finalmente alzó el vuelo. Y, lo que es más importante, si no hubiera sido por el Angará, Rusia habría perdido toda capacidad de diseñar y construir nuevos cohetes, concluye el diario.

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